El bombardeo era el gran extraño de aquella noche boxística llena de apuestas y tristezas. La misma noche final del bombardeo, en la Bombonera del Estadio Nacional, unos jóvenes de dieciséis a veinte años entrenaban duro contra el saco de arena, pisando un parquet humedecido por las filtraciones de las cañerías. Son los mismos, que en las noches de los Interbarrios o los Guantes de Oro, se visten de boxeador en unos camerinos que alguna vez tuvieron vidrios y que por esta época del año empiezan a tener unos ventarrones estremecedores. Después, se agarrarán a golpes con un griterío infernal que proviene de las tribunas. Pero, a pesar del ruido de las voces del público, cada vez que haya un golpazo sobre la cara del enemigo, el ruido del guante destacará entre cualquier otro alboroto. Pero no importa. Más golpes da el hambre, en Alabama, el barrio negro de Detroit, en Carabayllo o en el Chicago Chico de Surquillo.
El mundo es asé En este país de irresponsabilidad, la renuncia del doctor De la Jara es un acto de responsabilidad. Todo el mundo da pases pero nadie agarra el toro por las astas. Mucho tiene la historia cotidiana nacional del mundo del se del que tanto se hablaba filosóficamente años atrás. Frecuentemente las cosas suceden o simplemente son así. Nadie rompe nada. Las cosas simplemente se rompen. Nadie se equivoca, las cosas solamente se malogran. Nadie dirige la economía —sobre todo cuando la economía va mal—, la economía se comporta (véanse los estudios sobre el comportamiento de nuestra economía), las devaluaciones se producen, las malversaciones se descubren y también se producen. Cuando el niño se empina sobre la alacena, estira el brazo y trae por tierra el frasco de la mermelada, va donde su mamá y dice: se cayó el frasco. Los hechos se suceden, los acontecimientos se precipitan, la historia se desarrolla, todo pasa y todo queda, los disturbios se producen, la gente se muere, las órdenes se cumplen sin dudas ni murmuraciones, se supone, se equivocó la paloma, se equivocaba. Sólo se que nada se (sin acento). Ya ha desaparecido del habla popular (en realidad siempre fue poco más o menos de clase media) pero antes se decía se, se, para devaluar alguna afirmación. "He decidido cambiar de vida". Y la respuesta del interlocutor, que en ese momento se convertía en cínico de tractor, era: "se, se". Y entonces todo se venía abajo, todas las aguas volvían a su nivel y sucedía que se iba, se iba la lancha, se iba con el pescador y en ese mar que se cruzaba por la lancha, se recorría sin motor fuera de borda, el mundo marítimo del se. El habla cambia, pero el se queda. Ahora se dice o sea. Esto no es sólo cosa de palabras, sino de hechos. El hecho es la irresponsabilidad, la ausencia de culpables e inocentes, la complicidad de las cosas y las cosas de la complicidad. Entre paréntesis, anoto que hasta el miércoles no se ha repuesto a los trabajadores despedidos de la Corpac. A los trabajadores del récord de la huelga de hambre se les iba a reponer y no fue así. Esto se parece demasiado a una estafa. Pero el tema es la renuncia del doctor De la Jara. En este país los ministros suelen cesar por motivo de viaje, enfermedad y razones personales que suelen ser las que más tienen que ver con el mundo del se, es decir con las más impersonales de las razones. Todo es brumoso, limeño y neblinoso. La cosa pudo haber sido así. En el Cusco se produjeron disturbios, a consecuencia de los disturbios se produjeron choques con la policía, a consecuencia de los choques con la policía se produjo la muerte de un estudiante, se está velando el cuerpo del estudiante muerto y el caso que se ha producido se va a investigar. El gabinete se seguirá reuniendo, la historia se seguirá desarrollando, la Tierra se mueve en el espacio a once kilómetros por segundo. De hecho, muchos más cadáveres (los de El Sexto, por ejemplo) han acompañado otras gestiones ministeriales del gobierno actual y aquí no pasó nada. Las gestiones ministeriales se pasan. Claro que todos sabemos que el cadáver del Cusco no es la única razón de la renuncia del señor ministro. Hay razones de política interna, partidaria, que han hecho que el doctor De la Jara diga me voy. Y se fue.
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