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04 07 los amigos de jashua tomo ii maestra hilarion de monte nebo

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LOS AMIGOS DE JHASUA TOMO 2<br />

HILARION DE MONTE NEBO<br />

"El amor y la piedad <strong>de</strong>sbordaban <strong>de</strong> su corazón, y recorría las cabañas <strong>de</strong> <strong>los</strong> pastores y <strong>los</strong><br />

labriegos, <strong>de</strong><br />

<strong>los</strong> enfermos y <strong>de</strong>sposeídos, llevándoles buenas ropas y escogidos alimentos para mejorar<br />

sus vidas, su salud,<br />

su presencia física, y que fueran así agradables al Mensajero Hijo <strong>de</strong>l Gran Atman que<br />

llegaría en breve.<br />

"Mientras tanto en el inmenso palacio-fortaleza <strong>de</strong> Senegaldo su padre, todo se movía como<br />

una basta<br />

colmena <strong>de</strong> millares <strong>de</strong> abejas laboriosas que preparaban esa dulce miel que el hombre<br />

terrestre llama<br />

felicidad, y que sería para Anfión y Odina como el escenario magnífico <strong>de</strong> un grandioso amor<br />

convertido en<br />

realidad humana"...<br />

María calló como si alguien le hubiera cortado su palabra en <strong>los</strong> labios.<br />

Juan la miró asombrado.<br />

— ¿No me dictas ya más? —le preguntó.<br />

—No puedo Juan. La voz interna que hablaba guardó silencio <strong>de</strong> pronto, y no sé nada más<br />

que <strong>de</strong>cir.<br />

Cierra el libreto, Juan, que si la voz no se <strong>de</strong>ja oír, es señal clara <strong>de</strong> que no quiere hacernos<br />

saber nada más.<br />

Acaso otro día seguirá el diento.<br />

Las sombras primeras <strong>de</strong>l anochecer caían como un gasa azulada sobre el huerto <strong>de</strong> la<br />

casita <strong>de</strong> Nazareth.<br />

Los mir<strong>los</strong> y las alondras gorjeaban juguetones entre las ramas <strong>de</strong>l cedro gigantesco don<strong>de</strong><br />

se escondían a<br />

pasar la noche, y la humil<strong>de</strong> familia que <strong>de</strong>jó el Cristo en el hogar que cobijó su vida <strong>de</strong><br />

hombre, se reunía en<br />

torno a la mesa y la venerable señora <strong>de</strong>cía a María y a Juan:<br />

—Bajad <strong>de</strong> vuestro cielo, hijos míos, que también en nuestra pobre tierra hay bellezas y<br />

<strong>de</strong>beres pequeños<br />

para cumplir.<br />

— ¿Cuáles son, madre? —preguntaban a un mismo tiempo María y Juan.<br />

—Darme un poco <strong>de</strong> vuestra juventud y alegría <strong>de</strong> vivir, y hacernos parte <strong>de</strong> <strong>los</strong> dones<br />

divinos que el Padre<br />

Celestial os da.<br />

En la velada <strong>de</strong> esa noche en el gran cenáculo, que era a la vez recinto <strong>de</strong> oración, Juan leía<br />

cuanto estaba<br />

escrito en el cartapacio <strong>de</strong> <strong>los</strong> papiros amarillentos<br />

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ESPIRITUAL<br />

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