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04 07 los amigos de jashua tomo ii maestra hilarion de monte nebo

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LOS AMIGOS DE JHASUA TOMO 2<br />

HILARION DE MONTE NEBO<br />

Que el mar durmiéndose va,<br />

Y a la nueva luz <strong>de</strong>l día<br />

Cuanto él tiene te dará".<br />

Y toda aquella belleza en la cual abrió sus ojos a la vida, y que más tar<strong>de</strong> compartió con el<br />

Cristo<br />

encarnado, su amado Maestro, ¡iba a <strong>de</strong>jarla... y <strong>de</strong>jarla para siempre! ¿Por qué, Señor, por<br />

qué? —Preguntaba<br />

entristecido Pedro ante el apremio <strong>de</strong> sus hermanos <strong>de</strong> i<strong>de</strong>ales—. ¿No puedo acaso ser<br />

tuyo, sembrar tu<br />

simiente, cumplir mi apostolado en la tierra <strong>de</strong> mi nacimiento consagrada con tu santa<br />

presencia, don<strong>de</strong> aún<br />

vive tu augusta Madre bajo el techo que fue tu techo, a la sombra <strong>de</strong> aquel<strong>los</strong> árboles<br />

hogareños que<br />

escucharon tus risas <strong>de</strong> niño y tus meditaciones <strong>de</strong> nombre?... ¿Por qué, Señor, por qué?...<br />

La alcoba <strong>de</strong>l Apóstol en su retiro <strong>de</strong> <strong>los</strong> suburbios <strong>de</strong> Antioquía se había llenarlo <strong>de</strong> azulada<br />

claridad que<br />

fue tornándose dorada, opalina, amatista y <strong>de</strong>slumbrante <strong>de</strong> blancura.<br />

Y entre un disco <strong>de</strong> oro y azul, el rostro dulcísimo <strong>de</strong>l Maestro que le miraba con in<strong>de</strong>cible<br />

ternura.<br />

— ¡Pedro!... ¿Es verdad que me amas?...<br />

Y esta voz le hizo estremecer hasta el fondo <strong>de</strong> las entrañas.<br />

— ¡Sí, Maestro mío! .. ¡Tú sabes que te amo!...<br />

—Apacienta mis ovejas que han quedado sin pastor.<br />

Y al callar la voz y amenguar las radiantes clarida<strong>de</strong>s, el Apóstol atónito vio <strong>de</strong>sfilar ante sí la<br />

popu<strong>los</strong>a<br />

Roma don<strong>de</strong> miles <strong>de</strong> hombres, mujeres, ancianos y niños corrían sin nimbo,<br />

atropelladamente, hambrientos,<br />

angustiados, febriles... ¡enloquecidos!...<br />

Pedro dobló su frente al pavimento en una postración profunda, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el fondo <strong>de</strong> su ser<br />

salió como un<br />

lamento este grito <strong>de</strong> su corazón: ¡Que se haga tu voluntad. Señor, porque te amo sobre<br />

todas las cosas <strong>de</strong> la<br />

tierra!<br />

Y Pedro, Apóstol <strong>de</strong> Cristo, acalló todas sus vacilaciones y dio el gran salto sobre el abismo<br />

doce años<br />

<strong>de</strong>spués que su Maestro había <strong>de</strong>saparecido.<br />

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ESPIRITUAL<br />

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