EL MUNDO INVISIBLE Y LA GUERRA - O Consolador
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<strong>EL</strong> <strong>MUNDO</strong> <strong>INVISIBLE</strong> Y <strong>LA</strong> <strong>GUERRA</strong> – LEÓN DENIS<br />
haciendo surgir en ellas los tesoros de valor que anteriores existencias<br />
habían venido acumulando en el fondo de las almas célticas y latinas.<br />
Ved cómo se ha invertido la situación después de seis meses de lucha.<br />
Al principio de la campaña los alemanes llevaban a cabo una guerra de<br />
conquista: hoy se hallan reducidos a combatir en defensa propia.<br />
En las horas inciertas y angustiosas siempre aparece el hombre<br />
providencial. En este caso, y para Francia, ese hombre es el general Joffre.<br />
Posee él las cualidades que las graves circunstancias actuales exigen. Ha<br />
sabido detener en el Marne la enorme avalancha germánica, y ahora, como<br />
sabio y prudente jefe, evitando la efusión de sangre de sus soldados,<br />
prepara con paciencia los medios necesarios para rechazar al enemigo más<br />
allá de nuestras fronteras.<br />
Por encima de la confusa refriega de las batallas, más allá de los<br />
fulgores siniestros de la matanza y el incendio, se vislumbra como una<br />
aurora, vemos diseñarse los contornos de un grandioso ideal, presentimos<br />
la obra de moralización que el dolor trae consigo.<br />
Detrás de la humareda de las pasiones que sube desde la tierra, se siente<br />
la presencia de un tribunal invisible que aguarda el desenlace del conflicto,<br />
para reivindicar los derechos de la eterna justicia. De una manera vaga<br />
nuestros combatientes sienten esas cosas, tienen la intuición de que la causa<br />
que están defendiendo es augusta y sagrada, y tal impresión va cundiendo<br />
poco a poco por todos los rincones del país. De ahí que las ideas se hayan<br />
dignificado y los sentimientos se hayan tornado más graves y profundos.<br />
La tormenta ha barrido con las frivolidades y liviandades, con todo lo<br />
pueril y mundano de que nuestra generación gustaba ocuparse, para dejar<br />
en pie tan sólo aquello que hay en nosotros de más sólido y mejor.<br />
Sin duda alguna, subsisten aún en el alma francesa muchos gérmenes de<br />
inmoralidad, corrupción y decadencia, hasta el punto de que a veces<br />
podríamos preguntarnos si esta lección tremenda bastará para curar<br />
nuestros vicios. En cambio de ello, ¡cuántas existencias ficticias, estériles o<br />
desordenadas se han hecho más sencillas y fecundas, o más puras!<br />
En ciertos aspectos, la vida pública y la privada están experimentando<br />
una transformación radical. Esa depuración de los hábitos y del carácter<br />
trae consigo la de las letras francesas, la del periodismo: en suma, la<br />
depuración del pensamiento, sea cual fuere la forma en que éste se exprese.<br />
Parecería que nos hubiéramos desembarazado para mucho tiempo de esa<br />
psicología mórbida, de esa pornografía de baja ralea, venenos del alma que<br />
hacían que en el extranjero se nos considerase una nación en decadencia.<br />
¿Quién, pues, entre los que tienen el honor de sostener una pluma, se<br />
atrevería a volver a incurrir en tales procedimientos? Los escritores y<br />
novelistas del futuro tendrán para sus obras temas graves y elevados y de<br />
muy otro carácter.<br />
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