EL MUNDO INVISIBLE Y LA GUERRA - O Consolador
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<strong>EL</strong> <strong>MUNDO</strong> <strong>INVISIBLE</strong> Y <strong>LA</strong> <strong>GUERRA</strong> – LEÓN DENIS<br />
sensata y prudente merced a la prueba sufrida, templada por la desgracia y<br />
más unida, disciplinada y consciente de sus deberes y responsabilidades.<br />
Pareciera ser que desde ya se está produciendo en los espíritus una<br />
evolución. Los hombres han comprendido la índole precaria de las cosas<br />
del mundo y encaran con mayor voluntad el problema de los destinos. La<br />
muerte viene llamando a tantas puertas desde hace tres años, ha tomado<br />
asiento en tantos hogares, que los más indiferentes han debido posar su<br />
vista sobre ella y preguntarse quién es este huésped misterioso. Por obra de<br />
las reflexiones que su presencia provoca, ha abierto en esos seres una salida<br />
hacia lo infinito, hacia lo divino...<br />
Bajo la acción de las pruebas el alma humana se ha tornado más apta<br />
para recibir y comprender las verdades superiores. De aquí en adelante, las<br />
frivolidades y sensualidades de otrora, las obras decadentes, no podrían ya<br />
satisfacerla. Exige alimentos más sustanciosos y fuertes. Los estudios<br />
psíquicos, los testimonios de los sabios en lo tocante a la supervivencia del<br />
alma, le ofrecerán terreno firme para edificar una morada más digna de ella<br />
y de sus fines.<br />
La filosofía se esclarecerá con nuevas luces, tomadas de la doctrina de<br />
Allan Kardec. Ya en ciertas escuelas se comprende y se admite que la<br />
personalidad humana no se ha formado de golpe, sino ha venido<br />
constituyéndose despacio, a lo largo de las centurias. El concepto estrecho<br />
e insuficiente de una vida única se sustituye, poco a poco, por el de la<br />
evolución del alma a través de existencias sucesivas en lo ilimitado del<br />
tiempo.<br />
Nuestra suerte no está asegurada por una gracia especial o por el<br />
sacrificio de un salvador, sino por nuestras propias acciones. El Ser<br />
consciente se construye a sí propio, al modo del escultor que modela su<br />
estatua. Su forma representativa no tiene otro valor que la suma de sus<br />
esfuerzos y cuidados. Se ilumina o se oscurece conforme a las radiaciones<br />
de sus pensamientos y sus actos. El origen de las alegrías, penas o<br />
recompensas reside en él, en sus facultades, en sus percepciones, ampliadas<br />
o disminuidas. El destino es sólo la resultante de nuestros comportamientos<br />
buenos o malos, y recae sobre nosotros en forma de rayos o de lluvia. Pero<br />
todo dolor sufrido es como el golpe de cincel del estatuario, que contribuye<br />
a embellecer su obra.<br />
El resultado de nuestra ascensión es un disfrute creciente de cuanto sea<br />
grande, de todo lo que es belleza, esplendor, luz, armonía: se trata de una<br />
participación progresiva en la vida universal, una cooperación a la obra<br />
soberana, en forma de tareas y misiones que van aumentando de manera<br />
gradual en importancia y amplitud. En suma, es la plenitud de la dicha en<br />
sus tres formas esenciales: virtud, genio y amor...<br />
Nuestra meta principal debe ser la de acercarnos al foco supremo, la de<br />
impregnarnos de las radiaciones del pensamiento divino, haciendo cada vez<br />
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