EL MUNDO INVISIBLE Y LA GUERRA - O Consolador
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<strong>EL</strong> <strong>MUNDO</strong> <strong>INVISIBLE</strong> Y <strong>LA</strong> <strong>GUERRA</strong> – LEÓN DENIS<br />
estrecho que lo circunda y obligarlo a levantar su pensamiento hacia más<br />
altas Cosas. Muchas veces deberá subir los duros peldaños del Calvario, a<br />
través de espinos y agudas piedras. Pero, desde la cumbre áspera divisará la<br />
irradiación del gran foco de sabiduría, verdad y amor que ilumina e impulsa<br />
al Universo, En el orden psíquico, todo se resume en dos palabras:<br />
¡reparación, elevación!<br />
Las calamidades son el cortejo inevitable de las humanidades atrasadas,<br />
y la guerra es la peor de todas. A no ser por ellas, el hombre poco<br />
evolucionado se demoraría en las futilezas del camino o se aletargaría en la<br />
pereza y el bienestar. Le hace falta el látigo de la necesidad, la conciencia<br />
del peligro, para forzarlo a poner en acción las fuerzas que dormitan en él,<br />
para desarrollar su inteligencia y afinar su juicio. Todo cuanto está<br />
destinado a vivir y crecer se elabora en el dolor. Hay que sufrir para dar a<br />
luz: esa es la parte que toca a la mujer. Y hay que sufrir para crear: esa es la<br />
parte que toca al genio.<br />
Las cualidades viriles de una casta se ponen de relieve con más brillo en<br />
las horas trágicas de su historia. A no dudarlo, si la guerra desapareciera, se<br />
extinguirían con ella muchos males, gran número de horrores, pero ¿no<br />
genera también el heroísmo, el autosacrificio, el desprecio por el dolor y la<br />
muerte? Y esas son las cosas que hacen la grandeza del ser humano, las que<br />
lo elevan por encima del irracional.<br />
Espíritu imperecedero, el hombre constituye un centro de vida y acción<br />
que de todas las vicisitudes y pruebas -aún las más crueles- debe hacer<br />
otros tantos medios de evolución, otros tantos procedimientos para irradiar<br />
cada vez más las energías que duermen en los más recónditos hondones de<br />
sí mismo.<br />
Las grandes emociones nos hacen olvidar las preocupaciones pueriles -a<br />
menudo frívolas- de la vida, abriendo en nosotros una salida hacia las<br />
influencias del Espacio. Bajo el impacto de los acontecimientos, la niebla<br />
formada por nuestros cuidados, ideas e inquietudes cotidianos se desgarra y<br />
la gran ley, el objetivo supremo de la existencia, se revela por un instante a<br />
nuestros ojos.<br />
En los mundos más evolucionados, entre las humanidades superiores a<br />
la nuestra, las calamidades no tienen ya razón de ser. La guerra no existe<br />
allí, pues la sabiduría del Espíritu ha puesto fin a toda causa de conflicto.<br />
Los que moran en las esferas venturosas, iluminados por las verdades<br />
eternas y poseedores de los poderes de la inteligencia y el corazón, no<br />
necesitan ya de esos estimulantes terribles para despertar y cultivar los<br />
escondidos recursos del alma. En la grandiosa escala de la evolución las<br />
causas de dolor se van atenuando conforme se eleva el Espíritu, porque se<br />
tornan cada vez menos necesarias para una ascensión que se opera<br />
libremente, en medio de la paz y de la luz.<br />
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