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EL MUNDO INVISIBLE Y LA GUERRA - O Consolador

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<strong>EL</strong> <strong>MUNDO</strong> <strong>INVISIBLE</strong> Y <strong>LA</strong> <strong>GUERRA</strong> – LEÓN DENIS<br />

Todo lo cual parecerían ser otros tantos indicios de una renovación<br />

espiritual. Desde el fondo del abismo de males por el que resbalamos un<br />

grito de llamada se eleva hacia el Cielo.<br />

Las aspiraciones ascienden hacia formas religiosas más altas y puras,<br />

capaces de proveer al hombre de medios poderosos para desarrollar lo que<br />

en él hay de inmortal y divino. Podrán las concepciones del pasado<br />

cooperar a esa regeneración, pero -lo hemos dicho ya- es sobre todo en la<br />

ciencia nueva, engrandecida y espiritualizada, donde la religión del<br />

porvenir hallará los principios de su fe, los elementos de la certidumbre,<br />

porque religión y ciencia sólo se excluyen si se las considera en sus<br />

aspectos inferiores. En cambio, se identifican y se confunden en su objetivo<br />

esencial, en su fin supremo, que son el conocimiento del Universo y la<br />

comunión íntima con la causa de todas las cosas: Dios...<br />

Es posible que, al operarse su evolución, la religión vea debilitarse su<br />

carácter colectivo, pero se fortificará en cada uno de nosotros mediante el<br />

desarrollo del conocimiento y la conciencia individuales.<br />

Basta una mirada de conjunto al Universo para hallarse en presencia de<br />

leyes majestuosas, que someten a los seres y las cosas bajo la acción de un<br />

Poder Soberano. Ahora bien, no hay ley alguna sin una mente que la<br />

conciba y una voluntad que vigile su cumplimiento. En las silentes<br />

vastedades del abismo de vida donde gravitan los mundos una Inteligencia<br />

preside la ascensión de las almas y la eterna armonía del Cosmos. 21<br />

Las anomalías, las contradicciones que algunos creen advertir en el<br />

estudio del Universo proceden simplemente de la insuficiencia de sus<br />

observaciones. Nuestros groseros sentidos, aun complementados por los<br />

instrumentos que la industria pone a nuestra disposición, sólo pueden<br />

proporcionarnos una vaga idea del conjunto de las cosas.<br />

La ignorancia en que estábamos acerca del Mundo Invisible contribuía,<br />

asimismo, a invalidar nuestros conceptos. La revelación de los Espíritus ha<br />

llegado con mucha oportunidad para colmar las principales lagunas de<br />

nuestro entendimiento. Nos demostró, por ejemplo, que las leyes morales y<br />

las físicas se interrelacionan y confunden en un todo armónico. Lo propio<br />

ha sucedido con la idea de Dios, que va depurándose y engrandeciéndose.<br />

Para la mente desembarazada de las formas materiales y de los<br />

andadores de los cultos Dios no es ya el ser antropomorfo, vale decir, el<br />

21 Nuestros telescopios descubren más de cien millones de estrellas, todas las cuales son -como<br />

es sabido- otros tantos soles que, en su mayoría, superan al nuestro en poder y en brillo. Cada<br />

uno de esos soles arrastra en su seguimiento un suntuoso cortejo de mundos. ¿Cuál es, entonces,<br />

la fuerza que sostiene a esos miles de millones de astros y planetas en el vacío de los espacios y<br />

dirige su ronda incesante? La misma fuerza que regula el agrupamiento de los átomos y las<br />

afinidades químicas, esto es, la ley de atracción. Pues bien, esta ley pertenece al dominio de lo<br />

Invisible. [N. de L. Denis.]<br />

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