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gunos destructores hayan dañado tu cuerpo, tú emites<br />
sonidos, que yo, Mettius, he oído personalmente, ¡Oh<br />
Memnón! Estos versos son de Peon de Sidé». «Que podías<br />
hablar, Memnón, yo, Peon de Sidé, ya lo había oído<br />
decir, pero ahora, aquí, lo sé por experiencia». Mettius<br />
Rufus era por aquellas fechas el prefecto de Egipto. Este<br />
mismo cargo luego lo ostentaría Petronius Secundus. Las<br />
palabras expresan, de la manera más corta, el asombro de<br />
un peregrino que comprueba cómo un bloque de piedras<br />
rajadas puede emitir un sonido, un canto indescriptible<br />
e intraducible para el oído mortal. Son textos que constatan<br />
una leyenda de manera lacónica y objetiva. La autoridad<br />
romana acepta un fenómeno natural que desafía<br />
a la lógica. Pero los firmantes de esta primera época no<br />
son únicamente prefectos de Egipto. Hay además un comandante<br />
de un ala miliaria, una poetisa que habla en su<br />
propio nombre y varios desconocidos. Excepto un epigrama<br />
en latín grabado en el tobillo derecho del Coloso,<br />
todos los demás, redactados en griego, se concentran en<br />
el pie izquierdo, cerca del zócalo. Sólo uno de los poetas,<br />
la poetisa Cecilia trebulla, grabó su nombre tres veces,<br />
mientras que la firma de Peon de Sidé aparece dos.<br />
transcribo los dos más interesantes: «Caecilia trebulla,<br />
tras haber oído una segunda vez a Memnón, mientras<br />
que antes sólo habíamos escuchado su aliento, hoy, como<br />
sucede con los conocidos y con los amigos, Memnón,<br />
hijo de Aurora y de titón, nos ha saludado. ¿Le ha<br />
dado la naturaleza que organiza el universo el don de<br />
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