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EL ESPEJO es el alma gemela de la estancia,<br />
todo allí reverbera en cómplice himeneo.<br />
Silencioso lagarto bebe la sombra solar.<br />
En su marco dorado sufre por la inactiva existencia<br />
mientras el último reflejo sigue en él su caída<br />
como voluble fuego de nómadas.<br />
Respiramos muchas alcobas pero ninguna de ellas tenía<br />
este buen olor a sábanas frías, a suelos de estalladas vidrieras.<br />
¡Oh, la lengua lamiendo las grietas que no tienen respuesta!<br />
Y por la cicatriz del esguince nocturno<br />
la jaula marina se camufla con un rumor de conchas<br />
pulverizadas. Los grandes oleajes riegan las cenizas<br />
con el agua recogida de orvallos. Ya no sé quiénes somos.<br />
Por los meandros de la noche discurren en punto muerto<br />
los motores. Los faros de niebla resbalan por el cuero húmedo.<br />
La esquiva forma en el retrovisor, en el parabrisas<br />
pone ese vaho que nos recuerda la inmensidad de las sombras.<br />
Una pequeña corriente serpenteaba los brezos<br />
y el humo de poniente traía a nuestro corazón el peso<br />
del olor a turba quemada.<br />
En el sombrío cielo de arañas las rezagadas hélices<br />
buscaban posada segura en el deshelado hangar del álbum.<br />
El quinqué quedó encendido en la buhardilla.<br />
¿Dónde caían los dormidos bultos lacrados?<br />
Allí estabas con un cincel y una llave maestra<br />
desenterrando el escondido tesoro bajo la tierra de moros,<br />
en los castros, en las mámoas, en las ruinas oxidadas por gaviotas,<br />
en las raíces cercanas al nacimiento de los ríos.<br />
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