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no los rescata sino que los inunda, los ahoga en el salvamento.<br />
En las horas de vigilia se aprenden las despedidas.<br />
Lenzi cuida su huerto, riega los tomates, alinea los cipreses,<br />
poda los rosales y geranios,<br />
no se inmuta por el estruendo del helicóptero.<br />
En medio del estío cuarteles de invierno.<br />
no conozco la palabra que he de decir,<br />
la palabra que debo pronunciar no me conoce,<br />
no soy siquiera la forma de su mentira,<br />
ni siquiera el ala de su pensamiento.<br />
Quizá sea el cuerpo de la palabra que olvida,<br />
que se quema en este bosque de hojas miniadas<br />
cuya ceniza no recoge nadie.<br />
Y es verdad que es culpa tuya que estés aquí<br />
donde no sabes por qué estás,<br />
en el anverso y el reverso, en el haz o el envés,<br />
entre vuelta y vuelta de la parrilla,<br />
justo ahí donde las hojas se contraen, cambian de color y se borran<br />
las venas.<br />
Por los ríos dragados flota la barca que Ambrogio Lorenzetti<br />
pintó en su cuadro Un castello in riva al lago,<br />
pero por nosotros interceden las murallas, las puertas,<br />
las colinas de esta ciudad, los mármoles blanquinegros de estas<br />
catedrales.<br />
nuestras heridas son como esas pesas que se cuelgan<br />
de los campanarios para sostener las cicatrices del tiempo.<br />
¡Oh mísero guión de nuestra vida!<br />
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