de José Juan Tablada - Dirección General de Bibliotecas - Consejo ...
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que irrumpen los propios sentimientos<br />
<strong>de</strong>l poeta, Dante ha representado,<br />
"en abime", la esencia <strong>de</strong><br />
la poesía, excepto que más tar<strong>de</strong> la<br />
traiciona, como suele hacer todo<br />
poeta, al reducir esa intuición fundamental<br />
<strong>de</strong> lo otro a la <strong>de</strong>voción<br />
por una suerte <strong>de</strong> icono. Beatriz es,<br />
en La divina comedia, una figura<br />
simbólica, la clave <strong>de</strong>l sentido, no<br />
ese aire <strong>de</strong> mujer apasionada ni la<br />
mano temblorosa. Lo que Dante necesitaría<br />
es otro Seferis, tanto para<br />
leerlo como para abandonarlo.<br />
5<br />
Ya pesar <strong>de</strong> todo, ¡cuántas falsificaciones,<br />
cuántas distorsiones, apenas<br />
perceptibles y sin embargo fatales,<br />
amenazan virtualmente -<strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />
la propia confección <strong>de</strong>l poemaa<br />
esas pausas cuyo propósito, a cada<br />
momento, consiste en <strong>de</strong>jar en<br />
libertad lo que la poesía intenta revelamos!<br />
Y cómo arruinan la lectura<br />
muchos otros equívocos similares,<br />
justamente cuando la lectura<br />
daría la impresión <strong>de</strong> haberse convertido<br />
en una búsqueda ávida <strong>de</strong><br />
revitalizar el espíritu <strong>de</strong> la poesía.<br />
Concluyo que acaso sería buena<br />
i<strong>de</strong>a enlistar un puñado <strong>de</strong> esos peligros<br />
que acechan al acto <strong>de</strong> leer,<br />
ya que cualquiera diría que insinúo,<br />
en esencia, que cada lector lea como<br />
quiera, actitud <strong>de</strong> la cual <strong>de</strong>biera<br />
por añadidura sentirse orgulloso.<br />
Uno <strong>de</strong> los modos "incorrectos"<br />
<strong>de</strong> <strong>de</strong>spren<strong>de</strong>rse <strong>de</strong> la lectura es el<br />
que se reivindica a veces a nombre<br />
<strong>de</strong> la libertad, <strong>de</strong> la "espontaneidad",<br />
<strong>de</strong>l <strong>de</strong>recho a ser uno mismo.<br />
Es sencillo autoconvencerse <strong>de</strong> que<br />
tanto los poetas como los filósofos<br />
-para no mencionar a quienes <strong>de</strong>tentan<br />
el po<strong>de</strong>r político o socialreprimen<br />
o colonizan un "instinto",<br />
que sería algo así como nuestro único<br />
acceso a la "verda<strong>de</strong>ra vida". Pero<br />
esto equivale a olvidar que no<br />
hay realidad -incluso en el dispendio<br />
más extático <strong>de</strong> uno mismo-,<br />
que no sea una hechura <strong>de</strong>l lenguaje,<br />
y que tratar <strong>de</strong> omitir las palabras<br />
que se entretejen en el texto que<br />
A primera vista no se entien<strong>de</strong>, por<br />
ejemplo, la alusión a la figura "que está<br />
justo a su lado", ni cuáles son las convenciones<br />
morales que Paolo y Francesca<br />
se sintieron inspirados a transgredir<br />
mientras leían poesía. En mi opinión,<br />
se compren<strong>de</strong> y se disfruta aún más esta<br />
i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> Bonnefoy si se lee este pasaje<br />
<strong>de</strong>l Infierno (versos 126 a 142) con<br />
ayuda <strong>de</strong> la nota <strong>de</strong> Ángel Crespo, que<br />
transcribo aquí para comodidad <strong>de</strong>l lector:<br />
"Francesca era hija <strong>de</strong>l amigo <strong>de</strong><br />
Dante Guido da Polenta, <strong>de</strong> Rímini. Se<br />
casó con Gianciotto Malatesta y se enamoró<br />
<strong>de</strong> su cuñado Paolo, que es el alma<br />
que figura a su lado en este pasaje.<br />
Ambos fueron sorprendidos por Gianciotto,<br />
quien les quitó la vida al instante".<br />
(Infierno, Barcelona, Seix-Barral,<br />
1973, p. 56). (T.).<br />
uno lee sólo lleva a que nos abandonemos,<br />
sin damos cuenta siquiera,<br />
a la tiranía <strong>de</strong> otras palabras que<br />
están en realidad mucho más <strong>de</strong>terioradas,<br />
y <strong>de</strong> lo cual no pue<strong>de</strong> sino<br />
resultar un acercamiento a las cosas<br />
más parcial y por añadidura más<br />
abstracto. Es verdad que es imprescindible<br />
<strong>de</strong>sertar <strong>de</strong>l texto, pero es<br />
cierto también que es preciso a<strong>de</strong>más<br />
haberlo <strong>de</strong>smenuzado, haberlo<br />
recorrido <strong>de</strong> arriba abajo; es necesario<br />
haber fundado espacios personales<br />
<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l texto para disponer<br />
<strong>de</strong> una visión panorámica <strong>de</strong> ese<br />
mo<strong>de</strong>lo <strong>de</strong>l mundo exterior que el<br />
texto <strong>de</strong>svertebra y que tendremos<br />
que armar en la lectura. Y no tratemos<br />
<strong>de</strong> convertir a Rimbaud en un<br />
santo patrón <strong>de</strong> esa suerte <strong>de</strong> huida,<br />
ya que él jamás se propuso trazar<br />
distinciones entre su búsqueda<br />
<strong>de</strong> la sensación pura y su propuesta<br />
<strong>de</strong> nuevos valores. La Presencia<br />
jamás surge <strong>de</strong> estas negativas antidialécticas<br />
que son secretamente<br />
i<strong>de</strong>ológicas. La Presencia nos pi<strong>de</strong><br />
escuchar, y hacer incluso <strong>de</strong> nuestra<br />
avi<strong>de</strong>z una forma <strong>de</strong> empatía.·<br />
No querría, a<strong>de</strong>más, dar la impresión<br />
<strong>de</strong> que con<strong>de</strong>sciendo con el<br />
i<strong>de</strong>al romántico que le atribuye al<br />
poeta una sensibilidad para leer <strong>de</strong><br />
mejor modo un texto que un crítico<br />
común y corriente, concepción<br />
que <strong>de</strong> hecho sitúa al poeta por encima<br />
<strong>de</strong> la pareja condición que<br />
como lectores todos compartimos.<br />
Terminar por <strong>de</strong>sesperarse con los<br />
efectos producidos por un texto no<br />
autoriza, obviamente, a que uno se<br />
permita eludir las normas que rigen<br />
el uso <strong>de</strong> las palabras y que <strong>de</strong>moran<br />
siempre el hallazgo poético. Y<br />
solazarse con la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que uno<br />
pue<strong>de</strong> hacer tal cosa, para luego entregarse<br />
a elucubraciones mentales<br />
que no constituyen en realidad sino<br />
otro sistema más cerrado <strong>de</strong> signos,<br />
se traduce en un nuevo <strong>de</strong>sperdicio<br />
<strong>de</strong> las ventajas que el lenguaje proporciona<br />
cuando se le convierte en<br />
el espacio don<strong>de</strong> todo lo que aspira<br />
a <strong>de</strong>cir pue<strong>de</strong> ser (y es) puesto en<br />
*Titchener usó por primera vez en<br />
1909 el término empatía, como traducción<br />
<strong>de</strong> la palabra alemana Einfühlung.<br />
Experimentamos empatía cuando nos<br />
i<strong>de</strong>ntificamos, hasta cierto punto, con<br />
un objeto animado o inanimado. Se diría<br />
incluso que esta experiencia es una<br />
proyección involuntaria <strong>de</strong> nuestro ser<br />
en un objeto. La contemplación <strong>de</strong> una<br />
escultura pue<strong>de</strong> producimos una sensación<br />
similar a la que la obra sugiere.<br />
Hay una relación con la experiencia cotidiana<br />
<strong>de</strong> levantar una pierna mientras<br />
vemos saltar a un hombre o a un animal.<br />
En un sentido estrictamente literario,<br />
por ejemplo al leer The Windhover<br />
<strong>de</strong> Gerard Manley Hopkins, el lector<br />
podría experimentar <strong>de</strong> manera<br />
empática algunas <strong>de</strong> las sensaciones fisicas<br />
que evoca en su poema al <strong>de</strong>scribir<br />
el vuelo <strong>de</strong>l halcón. (T.).<br />
Biblioteca <strong>de</strong> México<br />
duda. La única ocasión auténtica <strong>de</strong><br />
experimentar una epifanía' ocurre<br />
cuando las proyecciones <strong>de</strong> los <strong>de</strong>seos<br />
personales en el propio poema,<br />
por ejemplo, han sido al menos reconocidas<br />
como tales y por tanto<br />
vueltas relativas. Y alcanzar esta<br />
transparencia en palabras, será sin<br />
duda útil (para la persona que quiera<br />
leerse a sí misma o a los <strong>de</strong>más<br />
con "avi<strong>de</strong>z") para aten<strong>de</strong>r con paciencia<br />
a las observaciones que ha<br />
hecho la lectura crítica -un tipo <strong>de</strong><br />
lectura que sabe cómo <strong>de</strong>smontar<br />
las pretensiones a muchos niveles<br />
<strong>de</strong>l discurso-, con su sabia utilización<br />
<strong>de</strong> la semiología o <strong>de</strong> las categorías<br />
freudianas. La poesía no tiene<br />
nada que temer <strong>de</strong>l estudio <strong>de</strong><br />
los signos, a condición <strong>de</strong> que esta<br />
ciencia no esté coludida con una<br />
i<strong>de</strong>ología o con una metafísica inconscientes.<br />
La poesía sólo tiene<br />
que poner a esta ciencia en guardia<br />
contra otra manera más <strong>de</strong> interrupción<br />
<strong>de</strong> la lectura, y que se halla<br />
en el centro mismo <strong>de</strong>l análisis<br />
textual: la i<strong>de</strong>a formulada por Roland<br />
Barthes en su primera conferencia<br />
luego <strong>de</strong> asumir la cátedra <strong>de</strong><br />
"semiología literaria" en el Colegio<br />
<strong>de</strong> Francia. Barthes propuso que el<br />
escritor rehuya la autoridad <strong>de</strong> la estructura<br />
<strong>de</strong> los textos que lee - esto<br />
es, a los que se somete-, pero Barthes<br />
le sugiere al lector que se resista<br />
a este po<strong>de</strong>r sólo por medio <strong>de</strong><br />
"disgresiones" y "divagaciones" que<br />
lo preservarían entre nociones y<br />
esencias, entre representaciones<br />
verbales, sin importar qué tan veleidosas<br />
o impresionistas él podría<br />
haber <strong>de</strong>seado que fuesen. Barthes<br />
'El término epifanía aludía originalmente<br />
al festival que conmemora la manifestación<br />
<strong>de</strong> Cristo ante los gentiles en<br />
la persona <strong>de</strong> los Magos. La fiesta se<br />
guardaba el 6 <strong>de</strong> enero, "Duodécima Noch<br />
e", el festival <strong>de</strong> los "Tres Reyes". De<br />
un modo más general, el término <strong>de</strong>nota<br />
la manifestación <strong>de</strong> la presencia <strong>de</strong><br />
Dios en el mundo. James Joyce le dio<br />
a esta palabra una connotación específicamente<br />
literaria en su novela Stephen<br />
Hero, en parte primera versión <strong>de</strong> su novela<br />
Retrato <strong>de</strong>l artista adolescente, publicada<br />
por primera vez en 1916. Joyce <strong>de</strong>dicó<br />
meditaciones muy <strong>de</strong>talladas al tema.<br />
La epifanía es el símbolo <strong>de</strong> un<br />
estado espiritual. Dublineses, Retrato <strong>de</strong>l<br />
artista adolescente, Ulysses y Finnegans<br />
Wake forman una serie <strong>de</strong> indagaciones<br />
cada vez más complejas y reveladoras<br />
sobre el estado <strong>de</strong> gracia, y las intuiciones<br />
<strong>de</strong> la inmortalidad. Su <strong>de</strong>scripción<br />
<strong>de</strong> semejantes experiencias no supone<br />
que Joyce las <strong>de</strong>scubrió. Muchos escritores,<br />
sobre todo poetas y religiosos místicos,<br />
nos han <strong>de</strong>jado por escrito su experiencia<br />
<strong>de</strong> epifanías. Ejemplos excepcionales<br />
pue<strong>de</strong>n hallarse en los poemas<br />
<strong>de</strong> George Herbert, Henry Vaughan y<br />
Gerard Manley Hopkins. Hay un pasaje<br />
particularmente prodigioso en Prelu<strong>de</strong>,<br />
el poema biográfico <strong>de</strong> Wordsworth<br />
(libro VIII, 539-559), que <strong>de</strong>scribe una<br />
epifanía. (T.).