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de José Juan Tablada - Dirección General de Bibliotecas - Consejo ...

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Según Blanchot, Don <strong>Juan</strong> "introduce<br />

en la noche la vivacidad y la<br />

animación <strong>de</strong>l día". Me parece que<br />

hay que enten<strong>de</strong>r esto como que<br />

Don <strong>Juan</strong> inyecta en la simpleza e<br />

inercia <strong>de</strong> la noche un elemento <strong>de</strong><br />

turbulencia que la dilata y la "pone<br />

<strong>de</strong> pie", como si hubiera en él algo<br />

que se resistiera a la costumbre humana<br />

<strong>de</strong> hacer coincidir la tiniebla<br />

con el apaciguamiento <strong>de</strong> la curiosidad<br />

y los apetitos. Y aunque es<br />

cierto que <strong>de</strong> esa costumbre obtiene<br />

gran parte <strong>de</strong> sus ventajas como<br />

seductor y burlador, puesto que en<br />

la oscuridad es don<strong>de</strong> fragua más fácilmente<br />

sus engaños, es innegable<br />

que su figura, con su ilimitada avi<strong>de</strong>z<br />

<strong>de</strong> vigilia y <strong>de</strong> contacto a cualquier<br />

precio, encama la esperanza<br />

<strong>de</strong> una nocturnidad al fin victoriosa<br />

y habitable en toda su extensión.<br />

Lo que afirma uno <strong>de</strong> los tantos Don<br />

<strong>Juan</strong>es, el <strong>de</strong> Jirat: "Soy la venganza<br />

<strong>de</strong>l Sur contra el orgulloso norte;<br />

contra el Norte virtuoso, glacial,<br />

sólido e hipócrita", podrían <strong>de</strong>cirlo<br />

todos los Don <strong>Juan</strong>es <strong>de</strong> la noche<br />

respecto al día. Don <strong>Juan</strong>, pues, es<br />

un apologista <strong>de</strong> la noche ("estas<br />

son las horas mías", dice [Tirso:<br />

241]), pero a costa <strong>de</strong> traicionarla,<br />

pues quiere exten<strong>de</strong>r la marejada<br />

<strong>de</strong>l día hasta la noche, iluminar la<br />

noche como a pleno día. Es un animador,<br />

pero más particularmente<br />

alguien que ensancha y prolonga.<br />

Frente a la barrera <strong>de</strong> la noche, que<br />

es la primera barrera y el primer<br />

salto cualitativo, y sobre todo la primera<br />

estrechez, él actúa con la holgura<br />

y el aliento <strong>de</strong> la horas diurnas.<br />

En la medida en que ignora un salto<br />

<strong>de</strong> cualidad, es un simplificador<br />

y un nivelador. Por eso ama sin discernimiento<br />

a todas las mujeres, sin<br />

importarle su edad ni su condición<br />

social.<br />

También la ensoñación bucólica,<br />

reducida a su fórmula más simple,<br />

consiste en el rechazo <strong>de</strong> la estrechez<br />

nocturna, como si <strong>de</strong> esa primera<br />

estrechez se <strong>de</strong>rivaran todas<br />

las otras. La noche bucólica es siempre<br />

benigna y esa benignidad le viene<br />

<strong>de</strong> estar iluminada por una luna<br />

tan clara y esplendorosa que la noche<br />

ya no parece una interrupción<br />

sino la prolongación <strong>de</strong>l día. "La luna<br />

era tan clara" leemos en la Arcadia<br />

<strong>de</strong> Sannazaro, "que, como a<br />

pleno día, aparecía el sen<strong>de</strong>ro. Y así<br />

siguiendo a las ovejas, íbamos en el<br />

FABIO MORÁBITO<br />

Don <strong>Juan</strong><br />

silencio <strong>de</strong> la serena noche conversando"<br />

(p. 43). Lo que es conversación<br />

en los pastores bucólicos, en<br />

Don <strong>Juan</strong> se toma aventura erótica:<br />

"¡Qué hermosa noche! / Más clara<br />

que el día, parece perfecta / para<br />

ir a caza <strong>de</strong> muchachas" (Mozart:<br />

30). Aboliendo las tinieblas, la luna<br />

regala una prórroga y gana la noche<br />

para la palabra y la acción humanas,<br />

otorga una libertad adicional <strong>de</strong> movimiento<br />

y <strong>de</strong> emociones. Es esa<br />

misma libertad adicional que persigue<br />

continuamente Don <strong>Juan</strong>, como<br />

él lo afirma: "Me siento con un<br />

corazón capaz <strong>de</strong> amar a toda la tierra<br />

y, como Alejandro, <strong>de</strong>searía que<br />

hubiese otros mundos para po<strong>de</strong>r<br />

exten<strong>de</strong>r a ellos mis conquistas<br />

amatorias" (Moliere: 136).<br />

La geografía pastoril, es más, sólo<br />

pue<strong>de</strong> enten<strong>de</strong>rse a partir <strong>de</strong> esa<br />

capacidad inifinita <strong>de</strong> adquisición<br />

<strong>de</strong> nuevos espacios que <strong>de</strong>searía para<br />

sí Don <strong>Juan</strong>. Es una geografía<br />

proliferante <strong>de</strong> recovecos secretos<br />

y <strong>de</strong> sitios vírgenes. Los pastores recorren<br />

incesantemente esos sitios,<br />

<strong>de</strong>splazándose <strong>de</strong> un claro en el bosque<br />

a otro claro en el bosque, <strong>de</strong> un<br />

locus amoenus a otro, <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> ese<br />

locus amoenus mayor que es la Arcadia.<br />

Las mujeres son para Don<br />

<strong>Juan</strong> lo mismo que los claros en el<br />

bosque o los valles para los pastores:<br />

ocasiones para renovar el <strong>de</strong>leite.<br />

Tal vez las novelas pastoriles, un<br />

poco anteriores en el tiempo al nacimiento<br />

<strong>de</strong>l personaje <strong>de</strong> Don<br />

<strong>Juan</strong>, prepararon la irrupción <strong>de</strong> éste<br />

en la escena literaria, porque en<br />

ellas cuaja por primera vez la imagen<br />

<strong>de</strong> un modo <strong>de</strong> vida basado en<br />

un nomadismo gozoso (o en un goce<br />

siempre ávido <strong>de</strong> nuevos escenarios)<br />

que en la figura <strong>de</strong> Don <strong>Juan</strong><br />

encuentra su paradigma.<br />

Este nomadismo, que implica un<br />

énfasis <strong>de</strong>l contacto y <strong>de</strong>l encuentro,<br />

a<strong>de</strong>lgaza la esfera privada hasta<br />

prácticamente borrarla. La <strong>de</strong>rrota<br />

<strong>de</strong> la noche es la <strong>de</strong>rrota <strong>de</strong>l sigilo<br />

familiar, <strong>de</strong>l retiro <strong>de</strong>l individuo<br />

a su universo privado.<br />

Bajo la luz esplen<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> la luna<br />

todo se vuelve público, o al menos<br />

espiable, y los individuos quedan<br />

expuestos a los <strong>de</strong>seos y las maniobras<br />

<strong>de</strong> los otros. Para los pastores<br />

bucólicos es casi imposible escon<strong>de</strong>rse<br />

o pasar inadvertidos. Nunca<br />

están verda<strong>de</strong>ramente solos. Cuando<br />

creen estarlo, alguien los está es-<br />

Biblioteca <strong>de</strong> México<br />

72<br />

piando <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> un árbol. El carácter<br />

donjuanesco <strong>de</strong>l espacio bucólico<br />

resi<strong>de</strong> en esta carencia <strong>de</strong><br />

privacidad; no hay fronteras ni muros<br />

que posterguen o dificulten la<br />

curiosidad y el <strong>de</strong>seo; el suelo <strong>de</strong> toda<br />

Arcadia es un parqué <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra<br />

liso y reluciente, no sólo en el sentido<br />

<strong>de</strong> que incita al movimiento sino<br />

porque borra las huellas; por eso<br />

nadie parece regresar sobre sus pasos,<br />

o si lo hace no se da cuenta. Es<br />

como si una general amnesia cundiera<br />

entre los pastores.<br />

Es la misma amnesia que pa<strong>de</strong>ce<br />

Don <strong>Juan</strong>. Es que, como alguien<br />

que salta sobre las piedras <strong>de</strong> un vado<br />

<strong>de</strong> río para no mojarse, Don <strong>Juan</strong><br />

salta <strong>de</strong> mujer en mujer. Se mantiene<br />

en un equilibrio precario que, lo<br />

mismo que lo obliga a pisar con un<br />

solo pie, le impi<strong>de</strong> <strong>de</strong>tenerse. Preocupado<br />

por no caerse, es probable<br />

que apenas distinga una piedra <strong>de</strong><br />

otra, apenas repare en la peculiaridad<br />

<strong>de</strong> cada una. Pisa como un sonámbulo.<br />

Su famosa lista <strong>de</strong> mujeres<br />

conquistadas es prueba <strong>de</strong> su falta<br />

<strong>de</strong> memoria. Rara vez recuerda<br />

nítidamente un rostro, sólo <strong>de</strong>talles<br />

dispersos: "Lo que recuerdo son objetos:<br />

un jarrón <strong>de</strong> mal gusto, unas<br />

pantuflas, un crucifijo <strong>de</strong> porcelana.<br />

y a veces olores: el perfume <strong>de</strong> mirtos<br />

marchitos. No recuerdo los nombres,<br />

y apenas las caras" (Frisch:<br />

185).<br />

Le ocurre lo mismo a Sincero, el<br />

protagonista <strong>de</strong> la Arcadia <strong>de</strong> Sannazaro,<br />

que pese a su ardiente <strong>de</strong>seo<br />

<strong>de</strong> volver a ver a aquella que lo<br />

hirió <strong>de</strong> amor y por cuya causa <strong>de</strong>cidió<br />

refugiarse temporalmente entre<br />

los pastores <strong>de</strong> Arcadia (en una<br />

especie <strong>de</strong> retiro terapéutico), no<br />

consigue, como él lo confiesa, "rehacer<br />

en la memoria cómo es ella,<br />

ni <strong>de</strong> día ni <strong>de</strong> noche" (p. 77). ¿Es<br />

la luz <strong>de</strong> Arcadia, neutra y apacible,<br />

como correspon<strong>de</strong> a un recinto curativo,<br />

lo que <strong>de</strong>bilita la memoria?<br />

¿No consiste en eso la ventaja <strong>de</strong> la<br />

luz lunar, que por resaltar todo uniformemente<br />

no permite que algo<br />

<strong>de</strong>staque y se vuelva problemático?<br />

Porque <strong>de</strong>l mismo modo que en los<br />

frecuentísimos duelos <strong>de</strong> canto entre<br />

los pastores no hay nunca un<br />

vencedor, sino sólo empates 00 cual<br />

concuerda con la exquisita cortesía<br />

que reina en Arcadia), así, la luz<br />

pastoril, que es siempre una luz lunar,<br />

aunque no aparezca la luna (<strong>de</strong>

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