You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
Cosm-poli,s<br />
24<br />
—La admiración es muchas veces irrefrenable: se nos sale por los<br />
ojos, por la boca...<br />
—Al mío—repuso la rubia con un trino—se le salía por las manos<br />
también. Primero me atacó <strong>de</strong> flanco; <strong>de</strong>spués, cambió <strong>de</strong><br />
táctica.<br />
—Menos mal.<br />
—Y se me puso al lado. Quería matarlas callando. ¡Como no le<br />
hacía caso! El pie, la mano, el hombro. Señor. Cuando una no tiene<br />
gana. Era un pesao. No tiene importancia.<br />
—¿Usted cree? Es la costumbre—y Pepín volvió a sonreír—.<br />
¿Y usted lo conoce?<br />
—Yo no—dijo Rosario, acomodándose en el taxi que había<br />
abierto Pepín.<br />
—Bueno; basta ya—sentenció, lánguida, Teresa.<br />
—Se lo voy a presentar a usted ahora mismo.<br />
Pepín encajó a golpe<br />
la portezuela y se<br />
dirigió al espectador rezagado,<br />
que, con lenta<br />
parsimonia y vigilante<br />
calma, se <strong>de</strong>moraba encendiendo<br />
un cigarrillo.<br />
Sin palabras se le<br />
encaró, alzó la diestra<br />
y <strong>de</strong>scargó una sonora<br />
bofetada. Sobre el puño<br />
<strong>de</strong> Pepín que le atenazaba<br />
la solapa, el agredido<br />
alargó un directo<br />
a la barbilla que le hizo<br />
vacilar. Pepín esgrimió<br />
su junquillo sobre los<br />
hombros y la frente <strong>de</strong>l<br />
antagonista.<br />
Tumulto, voces, carreras.<br />
Dentro <strong>de</strong>l coche<br />
se agitaban Teresa y Rosario<br />
intentando <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>r<br />
a tierra. El espectador<br />
se bajó a tomar<br />
su sombrero.<br />
—Porque querrá algo<br />
más <strong>de</strong> mí... supongo...<br />
—y le alargó una<br />
tarjeta—. Ahora voy al<br />
Casino.<br />
Pepín, en volandas<br />
—el fieltro en una mano,<br />
la tarjeta en la otra—se<br />
vió <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l coche, que<br />
avanzó rápido, anunciándose<br />
<strong>de</strong> ronca bocina.<br />
—Qué escena, Pepín; por Dios. No era para tanto—y suspiraba<br />
Rosario, mirando atenta por la ventanilla.<br />
—Eres un salvaje. ¡Qué barbaridad! —rezongó Teresa, exten-<br />
diéndose sobre el respaldo.<br />
—Quería presentarle a Cachita a su adorador. Ya lo conoce ella<br />
y tú también—y mostraba la tarjeta al guardarla.<br />
—Ya sabes que estas barbarida<strong>de</strong>s no me gustan.<br />
—Yo estoy fatigada. Pepín, es usted un caballero andante.<br />
—Es un cursi. Este no tiene otro plan que el <strong>de</strong> hacer el ridículo.<br />
—¿Y te parece poco, corazón? Ser cursi y hacer el ridículo son<br />
cosas que tienen una tradición esencialmente chic. -<br />
-Menos mal que no se apura.<br />
—¡Qué se va a apurar! Está encantado. No se lo agra<strong>de</strong>zcas.<br />
De la comisura <strong>de</strong> los labios <strong>de</strong> Pepín brotaba un hilillo rojo<br />
que goteaba sobre la franela gris <strong>de</strong>l pantalón. Pepín saboreó la sangre,<br />
se enjugó con el pañuelo y dijo al mecánico:<br />
—Pare en la botica que vea abierta.<br />
Y añadió:<br />
—Oiga usted, Cachita: su adorador <strong>de</strong>be ser ingeniero.<br />
—¿Por qué?<br />
—Porque me ha <strong>de</strong>splazado los dos puentes <strong>de</strong> la mandíbula<br />
inferior. Y <strong>de</strong>cía el <strong>de</strong>ntista que eran fijos, que no se moverían<br />
nunca.<br />
Rosario trinó un gorjeo que fingía reír. María Teresa,<br />
a Pepín, musitó:<br />
—¡Eres un bárbaro!<br />
CANTABLE A DÚO<br />
mirando<br />
<strong>de</strong>jar a Cachita, Pepín subió a casa <strong>de</strong> María Teresa.<br />
Después <strong>de</strong><br />
—No puedo. Tengo que . hacer—dijo, aplicando la llave para<br />
cerrar.<br />
—Un mom•itto, sube un momento.<br />
Una pieza forrada <strong>de</strong> telas oscuras, muebles bajitos, espesas<br />
cortinas flotando henchidas por la brisa. Pepín <strong>de</strong>rrumbado en la<br />
otomana; Teresa habla <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la alcoba, entre un tenue rumor <strong>de</strong><br />
cendales <strong>de</strong>sceñidos.<br />
—Ese señor te man<br />
dará padrinos.<br />
—Se los mandaré yo<br />
a él. Por eso tengo prisa<br />
y—nToi e mn ees ql ua e dt<br />
tarjeta. jeta.<br />
¿Cómo se llama? más te da.<br />
—Qué<br />
¡Curiosa! ¿Lo conoces<br />
tú?<br />
—No.<br />
—;Ni <strong>de</strong> vista?<br />
—Ni <strong>de</strong> vista.<br />
—Ni yo tampoco.<br />
Aparece en el vano<br />
ele la puerta María Teresa,<strong>de</strong>shabillé—quimono<br />
ver<strong>de</strong> y negro y plata<br />
prendido sobre la ca<strong>de</strong>ra<br />
con un broche antiguo.<br />
—Te hizo daño en<br />
la boca. ¿Qué te has<br />
hecho poner?<br />
—No sé. Me dió el<br />
mancebo un enjuague<br />
para cortar la sangre y<br />
me puso un tafetán en<br />
el labio. Cocaína quizás.<br />
—Yo tenía aquí. ¿Te<br />
duele?<br />
—No.<br />
—Sabes que esas actitu<strong>de</strong>s<br />
y esas escenas<br />
no me gustan.<br />
—Ni a mí.<br />
—A ti sí. ¿A ti qué<br />
te importa Rosario? Esa<br />
chica es una indiscreta<br />
que no quiere más que lucirse. El otro apenas hizo nada. Con que<br />
ella se hubiera retraído un poco y se hubiera puesto seria... punto<br />
concluido.<br />
—Sí, tal vez, pudo ser así. Yo venía ya bromeando con Rosario<br />
y contigo. Pero al salir lo vi tan <strong>de</strong>scarado, tan provocativo, mirándonos<br />
a los tres. Rosario enrojeció.<br />
—¡El colorete!<br />
—Sentí un impulso repentino; me pareció que me esperaba a mí.<br />
Me pareció... No sé. No te lo puedo explicar.<br />
—Y si os batís, ¿pasará algo? —Teresa tomó <strong>de</strong> un mueblecito<br />
<strong>de</strong> aire japonés una baraja, y <strong>de</strong>scartó el<br />
cwur.<br />
valet <strong>de</strong> pic y la dama <strong>de</strong><br />
— ¿Solitario... o interrogación?<br />
—Nada. Me entretengo cuando estoy sola. ¿Vendrás luego?<br />
—No. Me quedaré en casa. Hasta mañana.<br />
—Adiós. Eres siempre <strong>de</strong>spropo'rcionado... sacas <strong>de</strong> quicio.<br />
te lo aseguro, todo 1 0<br />
—Hasta que te co<br />
tal jiu , sntlaurcheioermtaemnoens,tehaen<br />
nvenzas <strong>de</strong> que no hay proporción en la vida...<br />
hay oqttrticios.. Todo lo que <strong>de</strong>stá don<strong>de</strong> está, pue<strong>de</strong><br />
otro que qbuatrcatoja, Pepín dices.<br />
bcaom,yolatube<br />
tomó la mino<br />
<strong>de</strong> María Teresa. Y salió.<br />
so. Besó luego la frente