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1 - Universidad de Sevilla

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Cosmo-po4s<br />

48<br />

<strong>de</strong> enamorados? ¿Me quieres? ¿Te quiero? ¿Nos<br />

queremos <strong>de</strong> verdad? Es inútil que pretendamos<br />

engañarnos.<br />

La muchachita frívola, campeona en<br />

varios <strong>de</strong>portes, ha querido triunfar en<br />

el <strong>de</strong>porte <strong>de</strong> los sentimientos más<br />

íntimos. Y acaso no ha <strong>de</strong> lograrlo<br />

nunca. Por ti, por mí. Porque<br />

no es lo mismo jugar a<br />

las regatas, al tenis o al<br />

flirt, durante los largos<br />

crepúsculos frente al<br />

mar, que jugar a algo<br />

tan noble y tan sagrado<br />

como es el amor<br />

verda<strong>de</strong>ro, aunque no<br />

puedas compren<strong>de</strong>r que<br />

mi frivolidad <strong>de</strong> todos los<br />

días quiera ponerse a tono<br />

con la seriedad necesaria para<br />

<strong>de</strong>cirte que te amo como una insufrible<br />

<strong>de</strong>modé. Ya que lo he escrito,<br />

escrito queda : porque te amo, no<br />

he <strong>de</strong> ir a verte. Mis caprichos <strong>de</strong> todos<br />

los días han estallado en una crisis sentimental.<br />

Y ya no he <strong>de</strong> querer otro amigo<br />

que el mar azul; la verdad <strong>de</strong> su sonrisa luminosa<br />

y amplia, la caricia se<strong>de</strong>ña <strong>de</strong> sus aguas<br />

ver<strong>de</strong>s y azules o grises. Mis ojos y mi alma,<br />

sedientos <strong>de</strong> los besos <strong>de</strong>l mar, uno y múltiple...<br />

No he <strong>de</strong> verte, porque me siento cobar<strong>de</strong><br />

ante ti.<br />

Prisionera <strong>de</strong> tu recuerdo, huyo en mi<br />

coche con la señorita, por Dios sabe qué caminos,<br />

lejos <strong>de</strong> tu presencia. Y recordaré siempre,<br />

como una oración, el ritornelo amoroso <strong>de</strong> tus<br />

frases, frente al mar amigo, por el que siento<br />

<strong>de</strong>voción tan loca...<br />

Carmina.<br />

Santan<strong>de</strong>r y julio.<br />

EL MAR DE LOS MADRIGALES<br />

Ya ves cómo te engañabas. Ahora nos queremos más que nunca<br />

y como nunca hemos querido a ninguna persona. Pretendías huir<br />

<strong>de</strong> mí, cuando la misma vida nos acercaba para ofrecernos sus secretos<br />

más <strong>de</strong>leitosos. Pero como chiquilla rebel<strong>de</strong>, quisiste ver peligros<br />

don<strong>de</strong> sólo había dulzuras. Bastó que, sin preten<strong>de</strong>r buscarte, nos<br />

encontráramos por casualidad. Todavía lo recuerdo con fruición.<br />

Unos amigos me propusieron un crucero por el Mediterráneo en viaje<br />

<strong>de</strong> placer. Accedí; estaba muy aburrido. Ya no soy joven y todos los<br />

quehaceres los llevo con mi persona. Casi te había olvidado ; no<br />

llegó a interesarme mucho tu inútil huída. Otra mujer que me<br />

teme, pensé. Creerán todas que soy un hombre terrible. Pero no<br />

es cierto.<br />

Y <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñoso <strong>de</strong> la exagerada importancia que tu alma <strong>de</strong> chiquilla<br />

dió a mis palabras <strong>de</strong> amigo maduro, enterré en el mar mis<br />

afanes <strong>de</strong> todos los días, mis inquietu<strong>de</strong>s intrascen<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> snob<br />

crepuscular.<br />

No te he buscado, y me encuentro contigo. Todavía me parece<br />

verte al salir airosa y estatuaria <strong>de</strong> aquella perfumería <strong>de</strong> Génova.<br />

Mo<strong>de</strong>rna Venus rediviva, vencedora <strong>de</strong> los potingues que triunfaban<br />

en el escaparate, sintiendo envidia <strong>de</strong> la verdad <strong>de</strong> los colores<br />

<strong>de</strong> tu cara, <strong>de</strong>l rojo <strong>de</strong> tus labios, <strong>de</strong> la seda <strong>de</strong> tu pelo, <strong>de</strong> tu persona<br />

entera. Entre el bullicio <strong>de</strong> la gente, <strong>de</strong>stacabas como diosa <strong>de</strong> mis<br />

<strong>de</strong>seos, como faro <strong>de</strong> mis últimas ambiciones. Te recordé al instante<br />

y quise correr a tu encuentro.<br />

La vía principal <strong>de</strong> la ciudad, con sus lujosos atavíos <strong>de</strong> urbe<br />

cosmopolita--soportales llenos <strong>de</strong> una fragancia casi marítima <strong>de</strong><br />

carne joven—, absorbió por entero tu atención. Andabas <strong>de</strong>spacio<br />

entre la multitud, risueña y <strong>de</strong>safiadora, como hembra que se sabe<br />

clavada por los ojos <strong>de</strong> todos los hombres. Te seguí hasta el hotel<br />

en que te refugiabas, cerca <strong>de</strong>l Palazzo Rosso. Y en él me instalé<br />

yo también.<br />

Lo <strong>de</strong>más ya lo sabes. La feliz casualidad<br />

que volvió a unirnos. Y que, <strong>de</strong> nuevo, la niña<br />

caprichosa y el snob crepuscular volvieron a<br />

tejer el idilio <strong>de</strong> sus palabras intrascen<strong>de</strong>ntes,<br />

bogando entre las embarcaciones<br />

<strong>de</strong> lujo y la policromía <strong>de</strong>l puerto<br />

genovés, afanado en sus luchas incesantes<br />

<strong>de</strong> la vida por la vida.<br />

Deseoso <strong>de</strong> no <strong>de</strong>spertar<br />

pasiones volcánicas, ni adoptar<br />

cómicas actitu<strong>de</strong>s ante<br />

el amor que me inspirabas,<br />

dimos a nuestros<br />

paseos un matiz<br />

frívolo <strong>de</strong> madrigal<br />

a flor <strong>de</strong> piel.<br />

Pero el milagro <strong>de</strong>l mar<br />

volvió a unir nuestras almas.<br />

Y yo te interesé como<br />

antes; mas ahora tu personilla,<br />

esquiva unas veces, zalamera<br />

otras, logró pren<strong>de</strong>rme a mí.<br />

Las aguas <strong>de</strong>l Mediterráneo luminoso, ante<br />

la hermosa costa <strong>de</strong>l golfo <strong>de</strong> Génova, primero,<br />

<strong>de</strong>l <strong>de</strong> Nápoles <strong>de</strong>spués, frente a las ruinas<br />

evocadoras <strong>de</strong> Pompeya, cristal tembloroso <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>seos incontenidos, me obligaron a que esta<br />

vez fuera yo el que huía para respetar <strong>de</strong>bidamente<br />

tu candor <strong>de</strong> niña enamorada. Yo soy<br />

ahora el que te digo que te quiero como no he querido<br />

nunca, subyugado por el hechizo <strong>de</strong> tu personilla.<br />

Oyéndote hablar, he pensado en que <strong>de</strong>bemos casarnos,<br />

¿verdad que sí? Seguro <strong>de</strong> que a tu experiencia <strong>de</strong> muchacha<br />

<strong>de</strong> hoy no ha <strong>de</strong> parecerle mal esta <strong>de</strong>claración,<br />

que suscribo un tanto ruborizado, a causa <strong>de</strong> mis años no<br />

pocos, quiero creer que acce<strong>de</strong>rás a mis pretensiones, en<br />

gracia al milagro que en nuestras almas ha obrado el mar,<br />

que llamaremos siempre <strong>de</strong> los madrigales. Para ti, el Cantábrico;<br />

para mí, el Mediterráneo. El mar, en fin, nos trajo<br />

la buena suerte. Madrigal marítimo el mío, allá en Santan<strong>de</strong>r,<br />

hizo florecer en tu pecho el amor; tú hiciste que<br />

en el mar <strong>de</strong> Italia floreciera el amor que siento por ti.<br />

Huyo por eso. Vuelvo a España para poner en or<strong>de</strong>n los papeles<br />

y po<strong>de</strong>r casarnos pronto, a la mo<strong>de</strong>rna, sin gran<strong>de</strong>s complicaciones<br />

y sin que casi nadie se entere.<br />

Aguárdame en Venecia. Allí he <strong>de</strong> ir yo a buscarte. Nuestro <strong>de</strong>stino,<br />

que triunfó en el mar siempre, <strong>de</strong>be consolidarse sobre las aguas<br />

<strong>de</strong>l mismo mar don<strong>de</strong> el amor y el arte han tejido, en todos los tiempos,<br />

sus nupcias más sugestivas...<br />

Alfredo.<br />

Nápoles, octubre.<br />

ANDANTE TRIST ÍSIMOO<br />

Aun me dura el disgusto producido por la última peripecia en que<br />

las andanzas <strong>de</strong> la señorita Carmina nos han puesto. Y en este instante<br />

sufro con ella la realidad <strong>de</strong> un amargo dolor. Figúrate, querida<br />

hermana, que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la huída <strong>de</strong> este verano <strong>de</strong>cidimos lanzarnos<br />

a correr mundo como dos aventureras, <strong>de</strong> aquí para allá, sin rumbo<br />

previo, gozando en exhibirnos en las playas <strong>de</strong> moda y visitando<br />

monumentos artísticos y ciuda<strong>de</strong>s interesantes <strong>de</strong> Francia, <strong>de</strong> Italia,<br />

<strong>de</strong> Alemania. Un mareo diario, como si la señorita Carmina<br />

estuviera poseída <strong>de</strong> algún vértigo <strong>de</strong> velocidad. No parábamos<br />

cuatro días en un mismo punto. Y sus conversaciones eran idénticas<br />

siempre: que estaba enamorada <strong>de</strong> aquel señorita cuarentón que<br />

conoció en Santan<strong>de</strong>r. Asómbrate, le dió romántica a la niña, y<br />

yo tuve que pa<strong>de</strong>cer su mal humor, sus insomnios, su irritabilidad<br />

exasperada y, lo que es peor todavía, su no saber dón<strong>de</strong> ir a<br />

acampar tr anquilamente. Por fin llegamos a Génova, y el diablillo,<br />

que lo enreda todo, según dicen, hizo que se encontraran allí ella<br />

y él. Se reanudó el idilio; volvió la tranquilidad tan apetecida.<br />

Yo me quedaba muchas tar<strong>de</strong>s en el hotel, <strong>de</strong>vorando libros, y ellos<br />

se lanzaban a dar sus paseos por el mar, como antes.

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