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1 - Universidad de Sevilla

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Luego, Carmina me confesó que él también estaba enamorado.<br />

Que habían <strong>de</strong> ser muy felices. Que aquellos idilios bordados sobre<br />

las aguas acabarían en boda.<br />

1„. Un día, el señorito <strong>de</strong>sapareció, camino <strong>de</strong> España. La señorita<br />

se hallaba muy alegre. —Volverá, volverá, me <strong>de</strong>cía jubilosa, y nos<br />

casaremos en Venecia, sobre el milagro <strong>de</strong> las aguas ungidas por el<br />

Arte.<br />

Yo me alegré mucho también, porque Carmina estaba contenta<br />

y más guapa que nunca.<br />

Llegamos a Venecia, <strong>de</strong> la que he <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirte que me agradó en<br />

extremo; sus calles silenciosas, sus canales temblorosos <strong>de</strong> sucio cristal,<br />

sus palacios, iglesias y museos, todo evoca la gran<strong>de</strong>za solemne<br />

<strong>de</strong> una historia cuajada <strong>de</strong> añoranzas señoriales. Allí pasamos unos<br />

días <strong>de</strong>liciosos y esperanzadores, aguardando noticias <strong>de</strong>l señorito<br />

Alfredo y bañando nuestros espíritus en la gloria radiante <strong>de</strong> tantas<br />

bellezas como atesora la ciudad. San Marcos, Santa María <strong>de</strong>i Frari,<br />

la Real Aca<strong>de</strong>mia con sus Ticianos y sus Tinttoretos <strong>de</strong>slumbradores,<br />

tantos otros lugares sorprendidos por nuestra curiosidad y engalanados<br />

anados con el optimismo juvenil que irradiaba el alma <strong>de</strong> Carmina.<br />

Fueron para mí unas semanas<br />

inolvidables; ya conoces mis aficiones<br />

<strong>de</strong> siempre a estas activida<strong>de</strong>s<br />

<strong>de</strong>l espíritu, y podrás suponer<br />

por ello lo que he gozado acompañando<br />

a mi señorita, en cuyos paseos<br />

me ha hecho confi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> sus<br />

inquietu<strong>de</strong>s.<br />

Me aseguró que los dos se quieren<br />

<strong>de</strong> verdad y que ahora es cuando<br />

ha encontrado el verda<strong>de</strong>ro camino<br />

<strong>de</strong> la felicidad.<br />

Al fin tuvimos noticias <strong>de</strong> que<br />

el señorito Alfredo se había puesto<br />

en camino para regresar a nuestro<br />

lado; un telegrama <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Milán<br />

nos anunció su llegada próxima.<br />

redobló, pues, nuestra alegría. La<br />

señorita brincaba <strong>de</strong> gozo. Iremos<br />

al teatro, me propuso. Y como el<br />

tren había <strong>de</strong> llegar <strong>de</strong> madrugada,<br />

no quiso acostarse; al salir <strong>de</strong>l teatro<br />

nos lanzamos en una góndola<br />

por los canalillos que atraviesan el<br />

corazón <strong>de</strong> la ciudad, toda vestida<br />

<strong>de</strong> silencio.<br />

Allá en el Gran Canal, frente al<br />

palacio <strong>de</strong> los Dux, se adivinaban<br />

las músicas <strong>de</strong> una serenata típica:<br />

mandolinas y acor<strong>de</strong>ones. El<br />

cielo se miraba curioso en el cristal<br />

intranquilo <strong>de</strong> las aguas turbias,<br />

Costno-polis<br />

y en nuestros espíritus aleteaba la más honda emoción. No pue<strong>de</strong>s<br />

figurarte nada más sencillo ni más bello...<br />

Regresamos al hotel con tiempo suficiente para cambiar <strong>de</strong> ropa<br />

y correr a la estación. Carmina estaba radiante; los minutos le parecían<br />

siglos. En un momento quedó vestida otra vez. Al <strong>de</strong>spedirse<br />

<strong>de</strong>l tocador, ya compuesta, no sabemos cómo, el lindo espeso<br />

<strong>de</strong> mano, que siempre llevaba consigo, recuerdo <strong>de</strong> familia, cayó<br />

al suelo roto en dos pedazos. Carmina dió un grito y quedó como petrificada.<br />

Luego comenzó a temblar. Aquella rotura era un mal<br />

presagio. Según viejas tradiciones <strong>de</strong> sus familiares, el espejo roto<br />

traía la mala suerte.<br />

Lloró entristecida y fueron inútiles mis consuelos.<br />

Abandonada sobre la alfombra, contemplando el espejito roto,<br />

había pasado la hora <strong>de</strong> llegar el tren.<br />

Cuando quisimos disponemos para marchar a la estación, tuvimos<br />

noticias <strong>de</strong> que el tren había <strong>de</strong>scarrilado no sé dón<strong>de</strong> y <strong>de</strong> que las<br />

víctimas eran numerosas. Carmina lloró con harto <strong>de</strong>sconsuelo<br />

nuevamente, adivinando la verdad <strong>de</strong> una tragedia<br />

que yo no presentía.<br />

Vencida también por su dolor, lloré con<br />

ella largas horas. Al fin supimos la verdad horrible.<br />

Daban los periódicos los nombres <strong>de</strong> las<br />

víctimas, y entre ellos estaba el <strong>de</strong>l señorito<br />

Alfredo...<br />

Y otra vez a rodar sin rumbo fijo, <strong>de</strong> un<br />

lado para otro, acuciadas por la necesidad <strong>de</strong><br />

marchar no sé dón<strong>de</strong>, para consumir en el vértigo<br />

<strong>de</strong> una vida inquieta el tormento <strong>de</strong> aquellas<br />

ansias in<strong>de</strong>finidas que iban a plasmarse en<br />

el júbilo <strong>de</strong> dos corazones, arrollados por la<br />

máquina vertiginosa <strong>de</strong> un <strong>de</strong>stino cruel.<br />

Yo voy a su lado, testigo <strong>de</strong><br />

friendo con ella. Hemos venido<br />

sé<strong>de</strong>spués dón<strong>de</strong> iremos.<br />

Carmina está inconsolable.<br />

maletín, como reliquias <strong>de</strong> una<br />

los trozos <strong>de</strong>l espejito familiar,<br />

lor que ha <strong>de</strong>strozado su vida<br />

su dolor, sua<br />

Roma, y no<br />

Guarda en su<br />

suerte adversa,<br />

nuncio <strong>de</strong>l do-<br />

RAFAEL LÁINEZ ALCALÁ<br />

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