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y<br />
Mariposita y Don Abejorro han<br />
<strong>de</strong>sayunado muy bien sobre la corola<br />
<strong>de</strong> otras flores cercanas, y vuelan<br />
ahora gozosos por el huerto florecido<br />
prodigiosamente, pero don<strong>de</strong> no hay<br />
otra rosa más acabada y perfecta que<br />
la que tanto enamoró a Mariposita.<br />
Ya la mañana se abrió por entero<br />
como una gran flor toda llena <strong>de</strong> per-<br />
fumes y <strong>de</strong> trinos, <strong>de</strong> rumores y <strong>de</strong> coloquios, bajo la cúpula<br />
cielo amplio y azul, invadido por las cegadoras refulgencias<br />
sol triunfante.<br />
Mariposita y Don Abejorro, antes<br />
geles, vuelven a ofrecer su curiosidad<br />
torno suyo, ágil y gozosa ella,<br />
poseído él <strong>de</strong> muy egoístas<br />
remordimientos...<br />
* * *<br />
Luego el sol se hizo dueño<br />
<strong>de</strong>l jardín ; fustigó a las<br />
flores con sus implacables rayos<br />
<strong>de</strong> oro. La voz <strong>de</strong>l agua,<br />
en las acequias próximas, era<br />
para las plantas atadas a la<br />
tierra In suplicio lento y agobiador.<br />
Se abrasaban las rosas,<br />
los capullos inclinaban<br />
sus cabecitas, entristecidos.<br />
<strong>de</strong> abandonar aquellos vera<br />
la rosa única, volando en<br />
Mariposita y Don Abejorro<br />
huyeron en busca <strong>de</strong> los<br />
rastrojos cercanos para tumbarse<br />
a dormir la siesta, crucificados<br />
en la inmovilidad <strong>de</strong><br />
alguna adormi<strong>de</strong>ra propicia...<br />
Había un vaho sofocante,<br />
como un manto extendido sobre<br />
la tierra. Después se<br />
apagó el sol, azotó el viento<br />
cruel, retumbaron los truenos,<br />
nubes <strong>de</strong> polvo galopaban<br />
por el camino <strong>de</strong>l norte<br />
y anchas gotas cayeron como<br />
una maldición sobre los rosales...<br />
Más tar<strong>de</strong> sobrevino una<br />
frescura cargada <strong>de</strong> olores gratos.<br />
Huyeron las nubes, el<br />
viento <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> sacudir su melena,<br />
el sol volvió a encen<strong>de</strong>rse<br />
y la tierra toda estremecióse<br />
llena <strong>de</strong> ímpetus juveniles bajo la caricia<br />
nuevo. Por todas partes olía a juventud.<br />
<strong>de</strong> un airecillo<br />
Mariposita, mientras aun dormía Don Abejorro, salió <strong>de</strong> paseo<br />
nuevamente para gozar <strong>de</strong> las <strong>de</strong>licias <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> luminosa y<br />
enjoyada <strong>de</strong> gotitas <strong>de</strong> cristal. En<strong>de</strong>rezó su vuelo al jardín don<strong>de</strong><br />
antes había contemplado la rosa más perfecta.<br />
seas Posjory<br />
Niiiscorg,<br />
`"-Stmte•<br />
<strong>de</strong>l<br />
<strong>de</strong>l<br />
C.osrno1Do113<br />
Lloraban los capullos por el dolor<br />
<strong>de</strong>l azote sufrido durante la tormenta<br />
imprevista, y lloraban más bien por<br />
la muerte <strong>de</strong> la rosa mejor, su reina<br />
y señora, la que tanto había cautivado<br />
el gusto <strong>de</strong> la mariposita frágil.<br />
Desilusionada y triste ante tamaña<br />
pérdida, quiso consolarse buscando<br />
refugio en las palabras <strong>de</strong> Don<br />
Abejorro. Pero<br />
éste, tan egoísta como <strong>de</strong> costumbre, no hizo caso<br />
<strong>de</strong> sus lágrimas<br />
pueriles y se rió <strong>de</strong> las quejas que le confiara.<br />
—Espejo <strong>de</strong><br />
la vida es lo; que te suce<strong>de</strong>--dijo Don Abejorro, en<br />
tono doctoral—<br />
. Fiada <strong>de</strong> la belleza <strong>de</strong> la flor, <strong>de</strong>jaste per<strong>de</strong>r un<br />
provecho cierto,<br />
que a nadie valió <strong>de</strong>spués para nada. Ten por seguro<br />
que tu dolor <strong>de</strong> este instante<br />
\\ no se hubiera producido si, en<br />
vez <strong>de</strong> alimentar tus ilusiones,<br />
hubieras alimentado tu<br />
estómago con la pulpa carnosa<br />
<strong>de</strong> aquellos pétalos...<br />
///<br />
—¡Calla, calla, indigno<br />
Abejorro !—interrumpió Mariposita—;<br />
eres una bestia<br />
sin corazón. Yo estaba enamorada<br />
<strong>de</strong> la rosa y hubiera<br />
perecido mil veces antes que<br />
manchar su pureza. He gozado<br />
tanto contemplándola,<br />
como ahora sufro con el dolor<br />
<strong>de</strong> la pérdida suya; y no<br />
me quejo <strong>de</strong>masiado, porque<br />
en la vida, aunque tú no lo<br />
creas, Don Abejorro egoísta,<br />
la alegría y el dolor son las<br />
más hermosas dia<strong>de</strong>mas <strong>de</strong><br />
nuestro espíritu. Y hay que<br />
saber gustar noblemente <strong>de</strong><br />
esos dones para hacernos<br />
dignos <strong>de</strong>l aprecio <strong>de</strong> nuestro<br />
Creador...<br />
—¡Locuras, locuras!...<br />
—¡Egoísmos, egoísmos!...<br />
* * *<br />
Mariposita Mar ya no se en -<br />
tendió más con Don Abejorro<br />
y huyó lejos <strong>de</strong> él, renunciando<br />
a la compañía <strong>de</strong> seres tan<br />
materializados . Que en el mun-<br />
do es necesario, para contrarrestar tantos instintos perversos,<br />
enamorarse alguna vez <strong>de</strong> una rosa, <strong>de</strong> un rayo <strong>de</strong> sol o <strong>de</strong><br />
unas campanadas <strong>de</strong> cristal... aunque haya muchos Don Abejorros<br />
que intenten cortar las alas <strong>de</strong>l espíritu, tachando <strong>de</strong> lo-<br />
cura el <strong>de</strong>sinterés <strong>de</strong> nuestros anhelos <strong>de</strong> belleza.<br />
(Ilustraciones <strong>de</strong> Serny)