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1 - Universidad de Sevilla

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Cosmovoll-s<br />

9ó<br />

OCUTOR.10 D n1P10/TA Ec-)<br />

Dibujo <strong>de</strong> Sal,nerón Pellón<br />

DE<br />

PER.J011q)<br />

FAM010/<br />

EL PARQUÉS DE BRADOMÍN<br />

NA larga avenida <strong>de</strong> cipreses. En lo alto, lejana,<br />

vagabunda y remota, la luna asoma su faz <strong>de</strong><br />

plata. ¡Aquella faz quimérica <strong>de</strong> madre aba<strong>de</strong>-<br />

sa! Yo hallo en el paisaje no sé qué gracia<br />

cándida y antigua. En el surtidor canta el<br />

agua como un pájaro prisionero.<br />

Hay en la paz callada <strong>de</strong>l aire un presen-<br />

timiento. Por este camino blanco y primitivo,<br />

que tiene la ingenuidad <strong>de</strong> las viejas estampas religiosas, y en el que<br />

han <strong>de</strong>jado un aroma legendario y una resonancia <strong>de</strong> romancero<br />

las procesiones <strong>de</strong> al<strong>de</strong>anos, han sido conducidas a su último reposo<br />

las cinco hermanas primaverales <strong>de</strong> la primera Sonata. Acaso también<br />

la pobre Concha, cruzadas, sobre la escueta belleza exangüe, las<br />

manos marfileñas. ¡Aquellas divinas manos <strong>de</strong> enferma!<br />

Confieso que, un momento, sentí miedo. A la ventura <strong>de</strong> mis<br />

pasos, rostro a la cándida albura lunar, me parecía que iba hollando<br />

una eternidad recién iniciada. Todo tenía ese sagrado prestigio, mis-<br />

terioso y poético, <strong>de</strong> aquellos fondos que en su vejez pintó el Ticiano.<br />

De pronto, una nube veló la luna. Quedó el jardín en la penumbra.<br />

El pájaro prisionero que cantaba en la fuente pareció ten<strong>de</strong>r el<br />

vuelo. ¡Un vuelo negro en la negrura nocturnal! Agoreras y fatídicas,<br />

llegaron hasta mí, arrastradas por una ráfaga sutil y henchida, pa-<br />

labras <strong>de</strong> maleficio. Mi corazón y su <strong>de</strong>sasosiego eran pasto <strong>de</strong> lar-<br />

vas. ¡Era 'a hora <strong>de</strong>l abracadabra! En la sombra levantábanse en<br />

tropel los recuerdos y las evocaciones, permanentes y unánimes,<br />

corno las olas <strong>de</strong> un mar. Sentía en mi alma el eco <strong>de</strong> la eternidad.<br />

Se iluminaron primero las copas <strong>de</strong> los árboles. Cayó <strong>de</strong>spués<br />

sobre el jardín, con no sé qué encanto suave y grave, la caricia <strong>de</strong> la<br />

luz. Y entonces, bajo un arco que, al extremo <strong>de</strong>l camino, tiene ci-<br />

meros cuatro blasones <strong>de</strong> piedra, mis ojos aciertan a ver, en el pasmo<br />

sagrado <strong>de</strong> la noche, la hidalga figura <strong>de</strong> un jinete. El galope <strong>de</strong> su<br />

potro piafante se <strong>de</strong>tuvo en el umbral. Y ¡ay! sus cascos, al dar

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