Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
ocurrió que antes de que él diera al<br />
muchacho por muerto sería bueno<br />
hacer una búsqueda, como acaso<br />
pudiera haber algún indicio de su<br />
paradero. Así que él se secó los ojos<br />
con la cola y saltó alegremente.<br />
Romance francés, anónimo<br />
Ocaso al amanecer<br />
Te amo, más que a mí mismo,<br />
princesa. Recuerdo cuando te vi por<br />
primera vez, un anochecer cuando<br />
saliste al bosque para recolectar<br />
ramas, yo habitaba lejos de allí y<br />
había llegado a esos parajes en busca<br />
de alimento. Tu piel canela, tu<br />
mirada leonina y tu cabello ondulado<br />
me hicieron desearte de inmediato.<br />
Detectaste la maldad en mí una vez<br />
me viste, te asustaste y te pusiste a la<br />
defensiva, pero yo juré no lastimarte.<br />
Cediste a mi seducción, en el fondo<br />
sabías que éramos afines. Nuestros<br />
encuentros se hicieron frecuentes,<br />
me dijiste que te habías criado sola<br />
en las calles de Lima, que habías<br />
venido a esta provincia pues tras tu<br />
paso por el mundo dejaste mucho<br />
dolor y desesperación. Habitabas en<br />
un convento, las monjas te habían<br />
acogido, te brindaban afecto, era casi<br />
un hogar. No les contaste sobre mí.<br />
Te pidieron que hicieras votos de<br />
castidad, no pudiste realizarlos,<br />
querías amar, amarme a mí, te me<br />
entregaste, desnuda, voluptuosa,<br />
nunca una mujer me había hecho tan<br />
dichoso. Noches intensas de pasión.<br />
Noches sin luna. Nos adorábamos,<br />
dos criaturas impresionantes en la<br />
inmensidad del mundo. Dos seres<br />
nimios e imperfectos que habían<br />
encontrado alguien en quien confiar.<br />
Ya no estábamos solos. Un año de<br />
dicha. No obstante, llegó la<br />
desgracia, por mi causa tal vez. Te<br />
tornabas incontrolable las noches de<br />
luna, las que te cuidaban no pudieron<br />
prever que robarías una copia de la<br />
llave de tu celda y te escaparías<br />
mientras se daba tu transformación.<br />
Por fortuna no atacaste a ninguna de<br />
tus benefactoras, cerraron con llave<br />
sus aposentos, resguardados por<br />
puertas de metal. Entonces te<br />
dirigiste al pueblo, devoraste<br />
hombres, mujeres y niños. Ha sido<br />
así estas últimas noches, ya no es la<br />
Luna, es algo más, una necesidad, tu<br />
instinto. Por eso, siendo el único<br />
capaz de contenerte, cargué un arma<br />
con una bala de plata y en este<br />
bosque, donde se dio nuestro primer<br />
encuentro, te disparé en el corazón.<br />
Arrodillado junto a tu belleza inerte,<br />
ya humana en su totalidad, he<br />
decidido esperar la extinción. No me<br />
preocupa tu cuerpo, las monjas lo<br />
hallarán y tendrás cristiana sepultura.<br />
No podrán enterrarme contigo pues<br />
ha llegado el amanecer y el sol me<br />
está convirtiendo en cenizas. Cenizas<br />
de sangre. De un amor imposible.<br />
Bestial. Verdadero.<br />
Carlos Enrique Saldivar (Perú)<br />
marzo- abril, 2012 # 117 Revista Digital miNatura 22