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ejas. Es una niña de pelo negro, con<br />
un vestido verde, desalineada, que<br />
saca los brazos por entre los barrotes.<br />
Su madre abre el paquete. La niña<br />
come las entrañas de algo,<br />
manchándose la cara, los dedos.<br />
Lanza un gemido, que retumba en la<br />
sala, y sigue comiendo.<br />
Los policías invadieron la ciudad,<br />
se dieron cuenta... fue mucha gente,<br />
mi niña… yo no podemos cazar…<br />
hoy la luna está menguante, dios<br />
gracias.<br />
La pequeña, los ojos fijos en su<br />
madre. La mujer acaricia los brazos<br />
ennegrecidos por el encierro. Llora<br />
en silencio. Reza en voz baja. La<br />
niña observa su comida.<br />
Tenès que comer lo que traje. Ser<br />
obediente lo que se pueda… después<br />
no sè… ya vas a curarte… ¡¿qué<br />
haces?! Dejame el brazo... No…<br />
déjame… ¡El cuello no! ¡No!<br />
¡¡Basta, por favor!! ¡¡No!! ¡¡¡No!!!<br />
Se oye un cuerpo caer. Se escucha<br />
a una niña llorando. Una puerta de<br />
rejas se abre completamente y un<br />
monstruo de frágil figura y vestido<br />
verde desaparece en la noche.<br />
Majo López Tavani (Argentina)<br />
Lupus Est Homo<br />
Homini, Non Homo,<br />
Quim Qualis Sit Non<br />
Novit<br />
Rabiosamente Liberal<br />
–¿Quieres? Regalo de mi esposa –<br />
aclara el calvo mientras le ofrece su<br />
pitillera.<br />
A la vista del metal, tiembla. Sólo a<br />
la plata no es inmune: la misma<br />
materia que le dio la vida podría<br />
arrebatársela. Pero ni aun<br />
conociendo sus peligros, deja de<br />
brillar la avaricia en los gélidos ojos.<br />
El desconocido observa<br />
insistentemente su dura pelambrera,<br />
como si de verdad envidiase esa<br />
densa barba contra la que nada<br />
pueden las maquinillas de afeitar.<br />
Quizá sea gay. O quizá no.<br />
Cuando despierta, apenas nada le<br />
queda del anónimo benefactor, el<br />
sacrificado samaritano conocido en<br />
el bar, salvo una desagradable<br />
pelusilla entre los dientes. No es fácil<br />
encontrarlos totalmente imberbes.<br />
Su ropa está hecha jirones. Si sigue<br />
estallando camisas tan a menudo, se<br />
verá obligado a dejar de usarlas de<br />
marca. Eso por no hablar de los<br />
zapatos, que ahora lucen cinco tajos:<br />
cinco heridas abiertas por sus propias<br />
garras. Debería aprender a<br />
entusiasmarse menos, pero no logra<br />
contener su instinto animal.<br />
Se ha preguntado sobre el origen de<br />
su mal cientos de veces, Otras tantas,<br />
ha buscado respuestas entre las<br />
páginas de todo tipo de libros. “La<br />
explicación tradicional del fenómeno<br />
marzo- abril, 2012 # 117 Revista Digital miNatura 59