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RevistaDigitalmiNatura117

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convirtieron en garras que tiraron<br />

todos los productos del lavabo. Sus<br />

piernas se arqueaban partiéndose los<br />

huesos para conferir mayor fuerza,<br />

dando algunos centímetros más de<br />

altura. Su cara se tornaba alargada y<br />

se cubría de vello, el pijama se iba<br />

desgarrando dejando paso a la<br />

hinchazón del estómago. La manita<br />

cambiaba a una garra que dibujaba<br />

en la piel un dolor atroz. Un zarpazo<br />

destrozó la cortina de la ducha<br />

reflejando en el espejo aquello que<br />

más allá del cristal alumbraba la<br />

noche: La perfecta circunferencia<br />

nácar de la luna llena.<br />

Las nubes ocultaron por un<br />

momento el satélite, mientras<br />

recobraba su faz humana la joven<br />

pudo pronunciar: «Odio estas<br />

contracciones»<br />

William E. Fleming (España)<br />

La Novia<br />

Ahí estaba Namiah, frente a su<br />

futuro esposo, escondiendo la cara<br />

entre sus manos temblorosas y<br />

pálidas; disimulando el miedo y la<br />

repugnancia que le causaba ese ser<br />

que pronto la desposaría. Su padre<br />

había hecho un pacto irrompible con<br />

Fasto, el señor del todo, de entregar a<br />

su hija en matrimonio a cambio de<br />

que regresara el equilibrio en el<br />

planeta. Fasto tenia tanto poder, que<br />

había hecho la tierra prácticamente<br />

inhabitable y los pocos humanos que<br />

quedaban, se debatían entre el<br />

hambre, la sed y la falta de aire para<br />

respirar; se habían transformado en<br />

seres sombríos, oscos, ajados y<br />

cenicientos. Fasto había visto solo<br />

una vez a Namiah y se había<br />

prendado de su belleza, de su dulce<br />

figura casi esquelética y de su aroma<br />

a flor silvestre. Su apariencia no le<br />

impediría tenerla con él a su lado; la<br />

soñaba abrazada a su tronco inmóvil;<br />

prisionera entre sus virulentas raíces;<br />

prendida a su sabia babosa y<br />

purulenta; arrullada entre sus<br />

extremidades roñosas y vigilada todo<br />

el tiempo por los cientos de ojos de<br />

sus pétalos y hojas, y a cambio de<br />

marzo- abril, 2012 # 117 Revista Digital miNatura 52

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