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Creacionismo declara –no sin cierta<br />
demagogia- su hegemonía como<br />
padre de todos los elementos y seres<br />
de la Tierra; entre ellos, claro, el<br />
hombre es el Ser supremo. De ese<br />
modo, dice el principio de Creación,<br />
nació necesitado del báculo de un<br />
Dios que encauce sus incertidumbres<br />
hacia las certidumbres manifiestas<br />
del alma.<br />
A priori, así aprovecha el<br />
axioma para cerrar la puerta, no sin<br />
portazo una vez más, a cualquier<br />
posibilidad de conversión entre<br />
hombre y bestia. Preguntado por las<br />
coordenadas que llevan a la génesis<br />
creacionista de la humanidad, la<br />
inconsistente omnipotencia nimbada<br />
de fantasía viene a querer salvar la<br />
situación.<br />
Dándole vuelta a la moneda, el<br />
Evolucionismo – que es, no lo<br />
olvidemos, el principio más<br />
contemplado entre los escépticos<br />
racionalistas- defiende a capa y<br />
espada el origen animal del hombre<br />
(nos guste o no, una mirada<br />
revisionista a los umbrales de la<br />
humanidad apostilla su innegable<br />
procedencia salvaje). Y matiza que<br />
tal instinto anida en él, imperando o<br />
pudiendo imperar muchas veces. Al<br />
cotejar pacíficamente dichos<br />
postulados, el acuerdo es simbiótico.<br />
Después de debatir durante un<br />
tiempo prudencial, dando por bueno<br />
que al hombre lo engendró la bestia,<br />
la bestia se hizo hombre y en el<br />
hombre hay una bestia, la conclusión<br />
–no puede ser otra- es que hombre y<br />
bestia son dos caras de la misma<br />
moneda; frente a frente,<br />
Creacionismo y Evolucionismo se<br />
dan la mano.<br />
Por otra parte una acertada<br />
clasificación divide a la licantropía<br />
en mitológica y clínica. Sobre sus<br />
cabezas planea la magia hechicera<br />
reforzada de oráculos, chamanes<br />
apoyados del auxilio ergonómico de<br />
pitonisas pregonando falsas<br />
consignas y sortilegios y prácticas<br />
tribales cultivadas y dispersas entre<br />
los páramos de los cuatro puntos<br />
cardinales del planeta. Si bien es<br />
cierto que la cultura y civilización de<br />
la citada disciplina hunden sus raíces<br />
en creencias mitológicas, no lo es<br />
menos que ni esta ni el binomio<br />
magia-hechicería, por no señalar a la<br />
tan llevada y traída parapsicología<br />
han sido capaces de poner con<br />
claridad y orden hechos tangibles<br />
sobre la mesa. Algo, que demuestre<br />
la existencia irrefutable del hombre<br />
lobo. Como tampoco se ha podido<br />
verificar hasta el momento que las<br />
famosas caras de Bélmez en la<br />
provincia de Jaén constituyan como<br />
se dijo el fenómeno poltergeist más<br />
notorio del siglo XX en España.<br />
Ni los más leales afectos a la<br />
ufología consiguen explicar la<br />
abducción de forma creíble o el<br />
avistamiento de ovnis surcando el<br />
cielo, ni los círculos en los cultivos<br />
de maíz y trigo aparecidos en el<br />
Reino Unido por primera vez tienen<br />
procedencia paranormal o<br />
extraterrestre. Incierto es además,<br />
marzo- abril, 2012 # 117 Revista Digital miNatura 87