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RevistaDigitalmiNatura117

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el fuego a los ojos vidriosos, y la<br />

belleza a ese arrugado rostro de ojos<br />

hundidos, dotarte, en una palabra,<br />

con un mandato fresco de la<br />

existencia y hacer que la existencia<br />

te sea dulces con la ayuda de los<br />

tesoros tan vastos que no puede<br />

disiparse la extravagancia!"<br />

George W. M. Reynolds (Reino Unido,<br />

1814 – 1879)<br />

Schweinmann<br />

Soy un schweinmann entre las siete<br />

de la tarde y las once de la noche,<br />

aproximadamente. Cada día de la<br />

semana, todas las semanas del año.<br />

Creo que es así desde que recuerdo.<br />

Algo mal pasó en mi infancia para<br />

encontrarme sometido a estos<br />

cambios que me convierten en algo<br />

que detesto con todas mis fuerzas.<br />

Intento ocultarlo a todo el mundo, y<br />

lo he conseguido hasta ahora. En la<br />

ciudad, mis metamorfosis no<br />

hubiesen pasado desapercibidas<br />

pero, en el campo, entre plantíos y<br />

pastizales para el ganado, no tengo<br />

excesivos problemas.<br />

Afortunadamente, mi conversión en<br />

bestia no impide que mantenga mi<br />

intelecto humano. O, quizá,<br />

desafortunadamente, porque me<br />

gustaría no ser consciente de mi<br />

aspecto físico.<br />

Hasta ahora no he tenido problemas<br />

de supervivencia, ni he puesto a<br />

nadie en peligro. En alguna ocasión,<br />

sin embargo, he tenido que huir de<br />

bestias semejantes a mí, que me<br />

confundían con una de ellas y<br />

pretendían hacer conmigo cosas que<br />

no necesito narrar a los lectores<br />

inteligentes que puedan<br />

imaginárselas, pero siempre<br />

conseguí salir airoso de esos<br />

desagradables encuentros. Durante<br />

un tiempo no estuve cómodo con la<br />

situación. De hecho, temí caer en un<br />

estado depresivo que me llevase al<br />

suicidio. ¿Cómo podía decirle a<br />

nadie cuál era mi problema? Hubiera<br />

sido objeto de escarnio, de burla,<br />

incluso de desprecio. Por fin, una<br />

mañana de verano en la que leía bajo<br />

la sombra de una higuera, descubrí<br />

un párrafo de un ilustre filósofo, y<br />

entendí.<br />

Las palabras son más importantes<br />

que su contenido, porque lo<br />

condicionan. O eso llegué a<br />

concebir. Busqué entonces en varios<br />

diccionarios el nombre para mi<br />

condición bestial entre las siete y las<br />

once, y hallé la palabra en un<br />

diccionario de alemán. Porque<br />

schweinmann, en definitiva, viene a<br />

significar hombre-cerdo. En eso me<br />

convierto todas las tardes-noches del<br />

año: en un cerdo. Pero, claro, la<br />

palabra, dicha en alemán, suena<br />

mucho mejor y no desagrada mis<br />

oídos ni a nadie que no conozca la<br />

lengua de Goethe.<br />

Francisco José Segovia Ramos<br />

(España)<br />

marzo- abril, 2012 # 117 Revista Digital miNatura 26

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