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lograría ser vampiro si tenía suerte y hacerlo, la devolví el mordisco con<br />
decisión y… tuve ambas cosas.<br />
toda la fuerza y rapidez que aún<br />
Fue hace mucho tiempo, o quizás<br />
no tanto comparándolo con la vida<br />
inmortal que me espera. Entonces<br />
estaba perdido y era huérfano,<br />
buscaba sin cesar, quería ser<br />
encontrado, captado, mordido,<br />
transformado; y, noche tras noche,<br />
sin descanso, salía. Rondaba los<br />
bares de ambiente gótico<br />
tenía, chupé, succioné y su sangre se<br />
fue apoderando de mi cuerpo,<br />
llenándome, quemándome,<br />
envenenándome con su ponzoña. Los<br />
gemidos de placer y dolor se<br />
hicieron uno en mi garganta. Perdí la<br />
consciencia, morí desangrado y tuve<br />
que esperar a que sus fluidos le<br />
rescatasen para esta vida.<br />
despreciando aquellos disfraces<br />
Horas después despertaba herido<br />
infantiles. Deambulaba por<br />
por los rayos de sol de un nuevo día.<br />
polígonos industriales en ruinas. Ella me había dejado olvidado en un<br />
Escudriñaba los límites de mi campo lugar en el que el amanecer quemase<br />
de visión, olisqueaba el aire, buscaba mi piel y yo, mi nuevo yo, sonreí y<br />
la oscuridad y el silencio, se<br />
aprecié la broma. Juegos de<br />
adentraba en el peligro sin dudas y, vampiros; no te lo voy a explicar<br />
en un golpe de suerte, la descubrí a porque no lo entenderías.<br />
ella, mirándome, midiéndome,<br />
retándome a que la siguiera. Entró en<br />
uno de aquellos edificios<br />
Luisa Hurtado González (España)<br />
Plato del día<br />
abandonados y fui tras ella, confiado<br />
y feliz. En la última curva del último<br />
pasillo se volvió, sonrió y<br />
mostrándome sus afilados colmillos<br />
y yo, como respuesta, le mostré mi<br />
garganta latiendo y conteniendo un<br />
río de sangre roja y aún viva. Cruzó<br />
el aire, creí verla desaparecer hasta<br />
que la sentí helada junto a mi piel y,<br />
antes de que me diera cuenta, ya me<br />
mordía. Nunca sentí nada igual,<br />
nunca volveré a sentirlo: tanto placer<br />
en cada bocado, en cada latido. La<br />
sangre huía de mis venas hacía sus<br />
dientes, me vaciaba en ella, estaba a<br />
punto de morir pero, antes de<br />
Se choca con un hombre. Cae su<br />
paquete y lo recoge temerosa. La<br />
calle está abarrotada y caliente, los<br />
mercaderes infectan el aire con<br />
pescado y verduras. Camina con su<br />
paquete sobre el pecho. Se mueve<br />
sigilosamente, se pierde en un<br />
callejón. Una puerta angosta se abre.<br />
La mujer avanza por un corredor<br />
oscuro, otra puerta, una sala que<br />
habrá gozado de tiempos gloriosos y<br />
ahora asoma deshabitada y<br />
polvorienta. En un extremo hay una<br />
enorme tela, que la mujer levanta<br />
para darse paso y llegar al otro lado.<br />
Se oye una voz fresca detrás de unas<br />
marzo- abril, 2012 # 117 Revista Digital miNatura 58