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RevistaDigitalmiNatura117

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lograría ser vampiro si tenía suerte y hacerlo, la devolví el mordisco con<br />

decisión y… tuve ambas cosas.<br />

toda la fuerza y rapidez que aún<br />

Fue hace mucho tiempo, o quizás<br />

no tanto comparándolo con la vida<br />

inmortal que me espera. Entonces<br />

estaba perdido y era huérfano,<br />

buscaba sin cesar, quería ser<br />

encontrado, captado, mordido,<br />

transformado; y, noche tras noche,<br />

sin descanso, salía. Rondaba los<br />

bares de ambiente gótico<br />

tenía, chupé, succioné y su sangre se<br />

fue apoderando de mi cuerpo,<br />

llenándome, quemándome,<br />

envenenándome con su ponzoña. Los<br />

gemidos de placer y dolor se<br />

hicieron uno en mi garganta. Perdí la<br />

consciencia, morí desangrado y tuve<br />

que esperar a que sus fluidos le<br />

rescatasen para esta vida.<br />

despreciando aquellos disfraces<br />

Horas después despertaba herido<br />

infantiles. Deambulaba por<br />

por los rayos de sol de un nuevo día.<br />

polígonos industriales en ruinas. Ella me había dejado olvidado en un<br />

Escudriñaba los límites de mi campo lugar en el que el amanecer quemase<br />

de visión, olisqueaba el aire, buscaba mi piel y yo, mi nuevo yo, sonreí y<br />

la oscuridad y el silencio, se<br />

aprecié la broma. Juegos de<br />

adentraba en el peligro sin dudas y, vampiros; no te lo voy a explicar<br />

en un golpe de suerte, la descubrí a porque no lo entenderías.<br />

ella, mirándome, midiéndome,<br />

retándome a que la siguiera. Entró en<br />

uno de aquellos edificios<br />

Luisa Hurtado González (España)<br />

Plato del día<br />

abandonados y fui tras ella, confiado<br />

y feliz. En la última curva del último<br />

pasillo se volvió, sonrió y<br />

mostrándome sus afilados colmillos<br />

y yo, como respuesta, le mostré mi<br />

garganta latiendo y conteniendo un<br />

río de sangre roja y aún viva. Cruzó<br />

el aire, creí verla desaparecer hasta<br />

que la sentí helada junto a mi piel y,<br />

antes de que me diera cuenta, ya me<br />

mordía. Nunca sentí nada igual,<br />

nunca volveré a sentirlo: tanto placer<br />

en cada bocado, en cada latido. La<br />

sangre huía de mis venas hacía sus<br />

dientes, me vaciaba en ella, estaba a<br />

punto de morir pero, antes de<br />

Se choca con un hombre. Cae su<br />

paquete y lo recoge temerosa. La<br />

calle está abarrotada y caliente, los<br />

mercaderes infectan el aire con<br />

pescado y verduras. Camina con su<br />

paquete sobre el pecho. Se mueve<br />

sigilosamente, se pierde en un<br />

callejón. Una puerta angosta se abre.<br />

La mujer avanza por un corredor<br />

oscuro, otra puerta, una sala que<br />

habrá gozado de tiempos gloriosos y<br />

ahora asoma deshabitada y<br />

polvorienta. En un extremo hay una<br />

enorme tela, que la mujer levanta<br />

para darse paso y llegar al otro lado.<br />

Se oye una voz fresca detrás de unas<br />

marzo- abril, 2012 # 117 Revista Digital miNatura 58

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