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sea verdad, o solo sea una de esas
pesadillas que últimamente tengo.
Pero ella está ahí.
Desgarrada, desmembrada, sin la
vida que tenía hace tan solo unas
horas, la mujer con la que compartía
la noche descansa muerta en el suelo
de mi salón, y yo no me quito de la
mente, la imperiosa necesidad de
comer un buen plato de carne cruda.
Tal vez las pesadillas que tengo no
sean pesadillas, tal vez al despertar
no abandono ese oscuro ser que hay
en mi interior. Tal vez al despertar
descubro que la sombra que oculto
es mi verdadera naturaleza, y esa
naturaleza tiene hambre.
Dejo que el lobo salga de nuevo.
Juan Antonio Román (España)
Esencia de luna
Despertó prisionero de una gran
desazón, la misma que le producía
encontrarse en medio del monte,
aterido, desnudo y cubierto del rocío
a la luz del alba. No pudiendo dar
respuesta de lo sucedido, regresó a
casa antes de que alguien le pudiera
ver.
El paso de las horas, tan sólo sirvió
para alimentar su desconcierto. Su
cuerpo presentaba largos y
profundos arañazos de un extremo a
otro, como si se hubiera enfrentado a
una jauría de perros; y el olor del que
no podía desprenderme.
Recibió la visita de un vecino que
pretendía encontrar la madriguera de
unos lobos que acechaban su ganado
en su propiedad y que, al no
encontrar nada, se marchó
decepcionado.
Cuando la noche llegó, buscó su
alivio. La nausea, unida a un
profundo dolor abdominal, provocó
que se contorsionara. Olisqueó de
nuevo el mismo aroma que
impregnaba su cuerpo por la
mañana. Deseó encontrarlo. Los
gruñidos de los animales, mientras le
rodeaban, no advertían nada bueno.
Era como revivir una experiencia ya
pasada y desconocida a la vez.
La pericia de aquellas bestias, su
habilidad para acosar antes de dar
muerte a sus presas, le dio cuenta de
lo poco que valía su vida. Estaba
perdido. Llegó a tiempo de librarle
de sus enemigos, pero no del miedo.
Aquellos afilados dientes y esos ojos
brillaban amenazantes. Sorprendido
descubrió que el olor embriagador
provenía de aquella loba gris. La
luna llena asomó sobre las montañas.
El dolor volvió a dejarle indefenso.
Retorcido en el suelo gritó hasta
perder el sentido.
Desnudo y con aquella esencia
pegada al cuerpo despertó, pero en
esta ocasión no logró regresar a casa.
Una batida dispuesta para la caza del
lobo se lo impidió.
Tardaron tres días en encontrarlo y
todo volvió a la normalidad hasta
que, veintiocho días después, con el
marzo- abril, 2012 # 117 Revista Digital miNatura 74