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Instinto<br />
La persecución duraba desde el<br />
anochecer. Intenté escapar del influjo<br />
de aquellas fieras con todas mis<br />
fuerzas a pesar de que el instinto me<br />
decía que volviera a lo más profundo<br />
del bosque, pero tenía que verla de<br />
nuevo. Tenía que saber que estaba a<br />
salvo. Me ardía la pierna —malditos<br />
diablos— pero eso no me impidió<br />
correr con una velocidad tan<br />
increíble que me pareció que nada de<br />
aquello era cierto.<br />
Cuando llegué al hogar que<br />
habíamos compartido durante tanto<br />
tiempo no pude entrar: me resultó<br />
imposible. Mis manos habían<br />
desaparecido y unas garras siniestras<br />
las sustituían. Eva apareció por la<br />
ventana con un rifle en mano y con<br />
el rostro atormentado por la pena.<br />
Entonces comprendí, lo entendí<br />
todo… Yo ya no pertenecía a su<br />
mundo, los aullidos me llamaban de<br />
nuevo, y un deseo irrefrenable me<br />
indujo a volver. Antes de partir para<br />
siempre le miré a los ojos.<br />
Podría haberme disparado pero no lo<br />
hizo, creo que también comprendió<br />
que era yo y que de alguna manera<br />
me estaba despidiendo. Creo que<br />
supo que desde que me mordieron<br />
me había perdido para siempre.<br />
Me alejé con mis nuevos<br />
compañeros hacia donde se perdía el<br />
horizonte. Ya solo existía el instinto<br />
y la llamada de la tierra. De mis<br />
tiempos de humano solo perduraba<br />
ya el recuerdo de su mirada de<br />
fuego.<br />
Francisco Javier Masegosa Ávila<br />
(España)<br />
Quien parte y<br />
reparte…<br />
Desde mi más tierna edad, la duda<br />
me perseguía. Aunque durante los<br />
primeros años llegué a pensar que no<br />
se había tratado más que de un<br />
sueño, los hechos se estaban<br />
encargando de demostrarme que<br />
estaba equivocado; aquella reunión<br />
había sido de lo más real.<br />
Tras consultar manuales, guías<br />
esotéricas, la inestimable Wikipedia,<br />
y a cientos de pretendidos iniciados<br />
en las artes ocultas, había llegado a<br />
la conclusión de que se había tratado<br />
de un caso de viaje astral. Sí, tuvo<br />
que ser eso; mi alma había sido<br />
convocada hasta un lugar intemporal<br />
que seguía sin poder identificar,<br />
donde coincidió con las de otras<br />
tantas personas, perdidas como yo en<br />
el desconocimiento de cuanto<br />
sucedía a nuestro alrededor. La<br />
presentación casi no llegó a serlo, y<br />
aquel extraño ser procedió al reparto<br />
de papeles siguiendo algún criterio<br />
sólo por él conocido.<br />
marzo- abril, 2012 # 117 Revista Digital miNatura 63