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algo que conste en los archivos las peñas o correr por los llanos a<br />
oficiales, que con burocrática asepsia una velocidad pasmosa; mi pecho se<br />
detallan la reubicación de la ha ido poblando de un vello bestial y<br />
población indígena, pero los di en ambicionar el sabor de la carne<br />
afectados se cuentan por miles. La humana. La sola idea del olor a<br />
abominación que engendramos es sangre me embriaga. Se avecina la<br />
una afrenta contra el Cielo. Ninguna luna llena y un fuego demencial me<br />
causa lo justifica y aunque se hierve las venas. Conozco las<br />
conocían los efectos de la radiación leyendas y sé que son del todo<br />
en células y tejidos, a nadie le inverosímiles, pero nada es absurdo<br />
importó. No sé qué era peor, si lidiar en esta época de horizontes<br />
con deformados mutantes o con la atómicos. Si la Naturaleza ha<br />
insensibilidad marcial de mis decidido restaurar el equilibrio,<br />
superiores. Harto de tanta locura, exterminando el nocivo virus<br />
pedí la baja como médico de la humano, no me extrañaría que tenga<br />
Armada y me retiré a un rancho en el honor de ser el paciente cero.<br />
los bosques profundos de Idaho. Escribo esta nota, no para ser<br />
Lejos de los hombres he intentado<br />
encontrar la paz. Cada tanto, presto<br />
perdonado, sino para librar de culpa<br />
a quien ponga fin a mi miseria.<br />
tareas comunitarias en el hospitalito Pablo Martínez Burkett (Argentina)<br />
del pueblo. Y no pocas veces, me<br />
toca oficiar de veterinario. Así Prueba contundente<br />
llegaron unos piadosos vecinos con En medio del claro del bosque, el<br />
un lobezno al que una trampa le hombre, mirando al juez, los<br />
había fracturado una mano. Quizás abogados y miembros del jurado que<br />
fui indolente con el anestésico o lo rodean, señala a la mujer junto a<br />
quizás, era hora de mi castigo, el él, que solloza mientras sostiene en<br />
caso es que el cachorro me mordió. sus manos una cuna.<br />
Practicadas las curaciones de rigor,<br />
me di una antitetánica y me olvidé<br />
del asunto. La herida sanó en un<br />
plazo asombroso. Sin embargo, al<br />
poco tiempo, empezó a despertarme<br />
el minucioso rumor del bosque. En<br />
los días siguientes, accesos de furia<br />
sustituyeron mi habitual carácter<br />
flemático. Otras alteraciones se<br />
hicieron más evidentes: podía saltar<br />
— En lo más profundo de mi alma<br />
deseaba estar equivocado —dice el<br />
hombre y alza los puños al cielo<br />
donde la luna llena brilla<br />
furibunda—. Por eso hice de tripas<br />
corazón, y esperé hasta la primera<br />
transformación. Pero ahora ya no<br />
hay error posible, y sobre esa base<br />
pido la anulación de nuestro<br />
matrimonio.<br />
marzo- abril, 2012 # 117 Revista Digital miNatura 42