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RevistaDigitalmiNatura117

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algo que conste en los archivos las peñas o correr por los llanos a<br />

oficiales, que con burocrática asepsia una velocidad pasmosa; mi pecho se<br />

detallan la reubicación de la ha ido poblando de un vello bestial y<br />

población indígena, pero los di en ambicionar el sabor de la carne<br />

afectados se cuentan por miles. La humana. La sola idea del olor a<br />

abominación que engendramos es sangre me embriaga. Se avecina la<br />

una afrenta contra el Cielo. Ninguna luna llena y un fuego demencial me<br />

causa lo justifica y aunque se hierve las venas. Conozco las<br />

conocían los efectos de la radiación leyendas y sé que son del todo<br />

en células y tejidos, a nadie le inverosímiles, pero nada es absurdo<br />

importó. No sé qué era peor, si lidiar en esta época de horizontes<br />

con deformados mutantes o con la atómicos. Si la Naturaleza ha<br />

insensibilidad marcial de mis decidido restaurar el equilibrio,<br />

superiores. Harto de tanta locura, exterminando el nocivo virus<br />

pedí la baja como médico de la humano, no me extrañaría que tenga<br />

Armada y me retiré a un rancho en el honor de ser el paciente cero.<br />

los bosques profundos de Idaho. Escribo esta nota, no para ser<br />

Lejos de los hombres he intentado<br />

encontrar la paz. Cada tanto, presto<br />

perdonado, sino para librar de culpa<br />

a quien ponga fin a mi miseria.<br />

tareas comunitarias en el hospitalito Pablo Martínez Burkett (Argentina)<br />

del pueblo. Y no pocas veces, me<br />

toca oficiar de veterinario. Así Prueba contundente<br />

llegaron unos piadosos vecinos con En medio del claro del bosque, el<br />

un lobezno al que una trampa le hombre, mirando al juez, los<br />

había fracturado una mano. Quizás abogados y miembros del jurado que<br />

fui indolente con el anestésico o lo rodean, señala a la mujer junto a<br />

quizás, era hora de mi castigo, el él, que solloza mientras sostiene en<br />

caso es que el cachorro me mordió. sus manos una cuna.<br />

Practicadas las curaciones de rigor,<br />

me di una antitetánica y me olvidé<br />

del asunto. La herida sanó en un<br />

plazo asombroso. Sin embargo, al<br />

poco tiempo, empezó a despertarme<br />

el minucioso rumor del bosque. En<br />

los días siguientes, accesos de furia<br />

sustituyeron mi habitual carácter<br />

flemático. Otras alteraciones se<br />

hicieron más evidentes: podía saltar<br />

— En lo más profundo de mi alma<br />

deseaba estar equivocado —dice el<br />

hombre y alza los puños al cielo<br />

donde la luna llena brilla<br />

furibunda—. Por eso hice de tripas<br />

corazón, y esperé hasta la primera<br />

transformación. Pero ahora ya no<br />

hay error posible, y sobre esa base<br />

pido la anulación de nuestro<br />

matrimonio.<br />

marzo- abril, 2012 # 117 Revista Digital miNatura 42

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