cRÓnicA 46 lAzOs
ligas mayores un millón doscientas mil personas atendidas: una cifra suficiente para llenar treinta estadios de fÚtbol. ese ha sido el aporte de la liga contra el cáncer a lo largo de su noble historia Un equipo de <strong>Lazos</strong> visitó por un día las instalaciones de la Liga y lo que encontró fue una lección de humanidad y profesionalismo. A continuación una crónica sobre una vivencia como pocas. i Avenida Brasil 2746, Pueblo Libre. Una dirección postal como cualquier otra; sin embargo, para los cientos de personas que acuden diariamente a la sede central de la Liga Peruana de Lucha Contra el Cáncer, el significado es otro. La expectativa mal disimulada, tiznada de cuando en cuando de temor, los hermana a todos. Solo basta ir y estar. Pero, ojo, estar no es un verbo sencillo, aunque así lo parezca. Uno puede ver a Freddy, por ejemplo, un niño de once años que cuida de su hermanito en la primera sala que da a la calle, y puede notar que está preocupado porque su mamá tarda en salir de la consulta. Él mismo lo confirma: tiene miedo. La familia de Freddy es de Apurímac. El viaje a la capital en otras circunstancias hubiera tenido un cariz de aventura. Esta vez la realidad es otra: su madre necesita ser evaluada por un pequeño bulto aparecido meses atrás en uno de sus senos. “Muchas personas vienen de provincia para hacerse los exámenes”, señala Erika Young, cabeza del departamento de Desarrollo Institucional de la Liga. El problema es que, como la mayoría de ellas, acude al especialista cuando aparecen los síntomas de la enfermedad. Un dato revelador: un gran porcentaje de casos de cáncer en el mundo se descubre en una fase avanzada, lo que dificulta notablemente las posibilidades de vencerlo. No es casualidad, entonces, que los especialistas de la Liga hagan hincapié en que la prevención en la salud lo es todo. O casi todo. Es cierto que hace falta mayor especialización y políticas más transparentes en el medio, pero más importante aún es interiorizar que la base de la prevención se centra en una alimentación balanceada, actividad física y, sobre todo, exámenes periódicos de despistaje. No hay mayor ciencia. Si se practicara esta regla de oro, es muy probable que la cifra de ocho millones de personas que mueren al año, de acuerdo con cifras recientes de la Organización Mundial de la Salud, se reduciría de manera considerable. ii En la Liga, el tránsito de personas es permanente. Decenas de mujeres y hombres recorren sus pasillos apurados, tratando de ganar una partida misteriosa al tiempo; sin embargo, al hablar con los trabajadores o consultar con un especialista, la sensación cambia. Hay una sencillez que sorprende, una amabilidad que parece provenir de otras épocas, una lección de servicio bien aprendida. ¿Entrenamiento? ¿Buena selección de personal? Más bien, simple espíritu de colaboración. “Nuestros médicos trabajan en clínicas y centros médicos reconocidos —apunta Erika— y vienen aquí sin esperar ningún sol a cambio; es decir, donan su tiempo y conocimientos por ayudar y poner el hombro en la lucha contra la enfermedad”. Si se considera lo último, no debe extrañar la afluencia diaria de gente. Solo en el año 2010 cerca de 102 000 personas fueron atendidas en los centros preventivos y unidades móviles de la Liga. Además, se realizaron más de 120 000 papanicolaous o despistajes de cáncer de cuello uterino y 25 000 consultas especializadas en todo el país. Cifras que hablan del valor asistencial de la institución, lAzOs 47