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cRÓnicA<br />
pero que, a la vez, echan luces sobre una necesidad<br />
—largamente postergada— de contar<br />
con servicios médicos de calidad en los segmentos<br />
más vulnerables del país.<br />
iii<br />
Desde la mañana hasta la tarde, la sala principal<br />
de la Liga está colmada; la mayoría espera<br />
un turno para realizarse un despistaje,<br />
una evaluación rutinaria que descarta la<br />
aparición de tumores. “La prueba tiene un<br />
costo social”, sostiene Erika. “El dinero aquí<br />
no es un tema prioritario —continúa—, si la<br />
persona no cuenta con medios económicos,<br />
puede hablar con la asistenta social y nosotros<br />
la ayudaremos de inmediato. Al final, se<br />
trata de que nadie se quede sin pasar por los<br />
chequeos preventivos”.<br />
¿Demora mucho hacerse un despistaje?<br />
Alrededor de quince minutos, señala Erika.<br />
Quince minutos en los que, probablemente,<br />
los nervios aparecen y el pecho se tensa,<br />
aunque, según los propios médicos, nada<br />
comparado con el hecho de descubrir la enfermedad<br />
en fase avanzada. En esos casos, el<br />
desconcierto se traga, una a una, las palabras<br />
del paciente.<br />
Durante el despistaje, el especialista<br />
revisa la piel, los ganglios, la tiroides, las<br />
mamas y el abdomen, entre otras zonas<br />
del cuerpo, y se llevan a cabo pruebas de<br />
papanicolaou. Si se detectara alguna anomalía,<br />
se realizan exámenes complementarios,<br />
como ecografías, mamografías y<br />
48 lAzOs<br />
endoscopías. Cuando se descubre un tipo<br />
de cáncer en una etapa crónica, el paciente<br />
es transferido a un hospital que cuente con<br />
una unidad oncológica adecuada.<br />
La pregunta es: ¿cómo se sobrelleva una<br />
noticia dramática un día cualquiera? La gente<br />
que visita la Liga lo hace por precaución,<br />
para desechar temores y saberse sana, y la<br />
mayoría se retira con una serenidad casi<br />
triunfal; sin embargo, están quienes deben<br />
afrontar la mala nueva y sacar valor para<br />
superar la enfermedad. ¿De qué manera es<br />
posible asimilar esa carga? El departamento<br />
de Psicooncología de la Liga señala que el<br />
apoyo incondicional de la familia resulta clave<br />
en el proceso de adaptación. Y que la comunicación<br />
en el mismo entorno puede ser<br />
una vía de desahogo durante el tratamiento<br />
del paciente.<br />
iv<br />
Cuando uno traspasa los consultorios y la<br />
sala principal de la Liga, se topa con diferentes<br />
áreas —impensadas en un primer momento—<br />
que aportan su granito de arena<br />
para una gestión eficiente. Por ejemplo, hay<br />
un espacio donde los chicos de Sistemas facilitan<br />
el cruce de información para asegurar<br />
una atención más dinámica; otro donde el<br />
personal recopila las historias clínicas de los<br />
últimos años.<br />
Al pasar por todos estos lugares, el visitante<br />
no puede dejar de pensar en largos<br />
años de constancia y dedicación para sacar<br />
unidades de apoyo<br />
Aparte de los centros preventivos, la Liga<br />
cuenta con unidades móviles que realizan<br />
pruebas gratuitas de papanicolaous<br />
(se calcula que cada unidad atiende a<br />
unas 35 pacientes por día). Una semana<br />
antes de llegar al lugar, colaboradores de<br />
la Liga entregan volantes en las inmediaciones<br />
para que la gente esté al tanto de<br />
la campaña.<br />
La consulta supone más cosas que hacer<br />
la prueba con el espéculo. Se da asesoría<br />
sobre alimentación, planificación<br />
familiar, salud y sexualidad. El ánimo de<br />
las consultas es distendido: especialista<br />
y paciente bromean de rato en rato. En<br />
el caso de las personas que presentan<br />
indicios de cáncer, la idea es trasladarlas<br />
al local más cercano de la Liga para una<br />
evaluación más profunda.<br />
Son cuatro unidades móviles que recorren<br />
Lima. Por la temporada veraniega,<br />
otra unidad llega a las playas para prevenir<br />
a la gente sobre el cáncer de piel. Ello<br />
como parte de la CaMpaña Del sol.<br />
adelante una institución de salud como esa.<br />
Hay historia (e historias) en cada rincón de la<br />
institución, sin duda.<br />
En ese trance, uno imagina los rostros de<br />
especialistas y colaboradores que estuvieron<br />
presentes desde que la Liga abrió sus puertas<br />
a la socieda peruana, allá por el año 1953.<br />
Y, enseguida, resulta inevitable pensar en ese<br />
logro mayor: las más de un millón doscientas<br />
mil personas atendidas en la Liga a lo largo<br />
de su historia, número capaz de llenar treinta<br />
estadios de fútbol en Sudamérica.<br />
La cifra es admirable, pero no suficiente<br />
para contener los avances del cáncer, que<br />
sigue cobrando millones de víctimas al año.<br />
Pese a las innovaciones terapéuticas y los<br />
numerosos estudios dedicados a la enfermedad,<br />
el panorama sigue siendo gris. En<br />
ese sentido, la labor preventiva y de salud<br />
es ardua. Pero estar nunca ha sido un verbo<br />
sencillo. Menos lo es estar y trabajar para revertir<br />
el orden de las cosas.<br />
Al conocer La Liga por dentro —y, de<br />
paso, a los hombres y mujeres involucradas<br />
en su organización—, dos sentimientos sobresalen<br />
por encima del resto: fe y coraje.<br />
Para empezar a creer y confiar en que no<br />
existen imposibles•