Marisol Luna

Por ironías de la vida, luego de ser exigente conmigo toda la
vida y de acostumbrarme a valorar todo y pasarlo por una
lupa que lo hiciera transparente, al pasar de los años llegué a
la triste conclusión que no conocía mi propio valor, que
para Dios es inmenso, como el suyo, mi amado lector y que
solo logré quemarme con la lupa!
En medio de la libertad que Dios nos da, disfruté de una
excelente educación siendo estudiante sobresaliente en el
Colegio. Me acostumbré a sobresalir y ser especial aunque
mantenía mi espíritu y corazón sencillos pero con
pensamiento radical. No sabía, como quizás muchos de
ustedes, que Dios cuando nos escoge nos prepara durante
toda la vida hasta el momento justo, cuando tu corazón te
dice AHORA ES.
Mi mejor consejo para quien emprende el camino de la vida
volando alto sin contar Dios y con las consecuencias que
tiene cada paso que damos, es que prepare una buena
provisión y refuerce su espíritu con la fe indiscutible de
regresar a realizar la firme voluntad de Dios en sus vidas,
como yo un día le dije al Señor:
“Señor, yo te amo y te serviré siempre, cueste lo que
cueste”
¡Nunca imaginé que el compromiso de mis palabras fuese
tan profundo! Pero Dios tomó en serio mis palabras ¡y bien
en serio! NUNCA prometa nada que no piense cumplir o
pagará un ALTO precio por ello. Todo lo que mi alma
deseaba en la vida eran dos cosas: paz y amor. En Dios
encontré la paz que el mundo no puede dar porque no la
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