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Marisol Luna

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CAPITULO 26<br />

CUANDO LAS ALAS SE SANAN<br />

El ave no se detiene porque una de sus las se haya herido.<br />

¿Cuántas veces no ha visto usted un pajarillo con un ala<br />

herida y que no deja que lo atrapen, ni siquiera para curarle?<br />

No se deje atrapar por los torbellinos de la depresión, el<br />

desánimo, la turbación, el desamor, los malos entendidos y<br />

las amarguras que son expertas rompiendo las alas de un ave<br />

majestuosa como lo es usted. El águila es luchadora, es<br />

orgullosa de la majestuosidad de su plumaje. Usted, siga<br />

caminando mientras sana sus alas. Y si estuvieron rotas,<br />

recuerde que el águila para sacar plumaje nuevo se azota<br />

contra los peñascos y se arranca las plumas viejas. Esto no lo<br />

mata, lo fortalece.<br />

EL VUELO DESPUES DE LA SANIDAD<br />

Cuando me pusieron el nombre que tengo, y que me<br />

encanta por cierto, no pensaron que estaban sellando un<br />

destino de poder que Dios tenía pensado desde antes de yo<br />

estar en la tierra. Mi abuela me contaba que siempre dijo<br />

que su primera nieta se llamaría MARISOL; y mi mamá, sin<br />

proponérselo conoció y se casó con mi padre, Rafael LUNA.<br />

Así surgió la unión en mi nombre de estas tres creaciones<br />

poderosas de Dios: MAR, SOL y LUNA .<br />

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