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Ilusiones perdidas

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fá brica de papel, y la empleaba en los gastos<br />

cotidianos de la casa. La señ ora Chardon habıá<br />

recomenzado, sin protestar, las cansadas tareas de<br />

su empleo de cuidar enfermos y llevaba el salario a<br />

su hija al inal de cada semana. Habıá hecho ya dos<br />

novenas y se extrañ aba por encontrar a Dios sordo<br />

a sus rezos y ciego a la claridad de las velas que le<br />

encendía.<br />

El 2 de septiembre, E ve recibió la ú nica carta que<br />

Lucien escribió después de aquella en la que<br />

anunciaba la puesta en circulació n de las tres letras<br />

a su cuñado, y que David había ocultado a su mujer.<br />

"E sta es la tercera carta que he tenido de él desde<br />

que se marchó ", se dijo la pobre hermana, vacilando<br />

en rasgar el sobre. En aquellos momentos estaba<br />

alimentando a su bebé; le daba biberó n, ya que se<br />

habıá visto obligada a despedir a la nodriza para<br />

hacer economıás. Se puede juzgar en qué estado le<br />

puso la lectura de la siguiente carta, ası́ como a<br />

David, a quien hizo levantarse. Después de haberse<br />

pasado toda la noche trabajando en el papel, el<br />

inventor se había acostado al amanecer.

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