Ilusiones perdidas

Dauriat y Ladvocat fueron los primeros en inventar
los carteles, mediante los que captaron la atenció n
de Parı́s, desplegando en ellos caracteres de
fantasıá, sorprendentes coloridos, viñ etas y má s
tarde hasta litografıás que hicieron del cartel un
poema para los ojos y muy a menudo una
decepció n para la bolsa del aicionado. Los carteles
llegaron a ser tan originales, que uno de esos
maniá ticos llamados coleccionistas posee una
colecció n completa de los carteles parisienses. Este
medio de anuncio, limitado en un principio a las
vitrinas de las tiendas y a los escaparates de los
bulevares, pero má s tarde extendido por toda
Francia, fue abandonado por el anuncio. Sin
embargo, el cartel, que aún llama la atención cuando
ya el anuncio y a veces la obra han sido olvidados,
subsistirá siempre, sobre todo después de haber
encontrado el medio de ijarlo en las paredes. El
anuncio, accesible a todos mediante la inanza y que
ha convertido la cuarta pá gina de los perió dicos en
un campo tan fértil para el isco como para los
especuladores, nació bajo los rigores del timbre, del
correo y de las garantıás. Estas restricciones,
inventadas en tiempos del señ or de Villéle, que