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Ilusiones perdidas

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La señ orita Des Touches, Camille Maupin, si lo<br />

preiere, tiene uno de los salones má s dignos de<br />

menció n de todo Parı́s, es prodigiosamente rica, le<br />

han dicho que es usted tan apuesto como inteligente<br />

y se muere en deseos de conocerle.<br />

Lucien se deshizo en frases de agradecimiento y<br />

dirigió a Blondet una mirada de envidia. Existıá<br />

tanta diferencia entre una mujer del estilo y clase de<br />

la condesa de Montcornet y Coralie, como entre<br />

Coralie y una muchacha del arroyo, Esta condesa,<br />

joven, bella y con talento, tenıá como especial<br />

belleza la excesiva blancura de las mujeres del<br />

Norte; su madre era, de soltera, la princesa<br />

Scherbellof; con tal motivo, el ministro, antes de la<br />

cena, le habıá prodigado sus má s respetuosas<br />

atenciones. La marquesa, entonces, habıá terminado<br />

de chupar con aire desdeñoso un ala de pollo.<br />

—¡Mi pobre Lucien! —dijo a Lucien—. ¡Tenıá tanto<br />

cariñ o por usted! Yo estaba al corriente de las<br />

conidencias sobre el bello porvenir que para usted<br />

preparaba: habrıá soportado muchas cosas, pero<br />

¡qué desprecio le hizo devolviéndole sus cartas!

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