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Ilusiones perdidas

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comercio. Aquella frente de un color mantecoso,<br />

aquellas mejillas moná sticas y marchitas parecıán<br />

no ser lo suicientemente amplias como para<br />

sobrellevar el ocaso de una jubilació n superlativa:<br />

Camusot se encontraba sin su mujer y esperaba<br />

aplaudir a Coralie hasta romperse el alma. Coralie<br />

era toda la gama de vanidades reunidas en este rico<br />

burgués, ante ella se comportaba como el rico<br />

burgués de antañ o. En aquellos instantes se creıá<br />

acreedor de la mitad de los éxitos de la actriz, y lo<br />

creıá tanto má s cuanto que habıá contribuido<br />

inancieramente. Esta conducta estaba sancionada<br />

por la presencia del suegro de Camusot, un vejete<br />

de cabellos empolvados, ojos picaruclos, pero no<br />

por ello menos digno. Las repugnancias de Lucien<br />

se despertaron, recordó el amor puro, exaltado, que<br />

durante un añ o habıá sentido por la señ ora de<br />

Bargeton: Inmediatamente el amor de los poetas<br />

desplegó sus alas blancas; mil recuerdos rodearon<br />

con sus azulados horizontes al gran hombre de<br />

Angulema, que recayó en el ensueñ o. El teló n se<br />

alzó, Coralie y Florine se encontraban en escena.<br />

—Querida, piensa en ti como en el Gran Turco —

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