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Ilusiones perdidas

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Este triunfo, efectivamente, era obra de Petit-Claud.<br />

El dıá en que el cura de Marsac le anunció la vuelta<br />

de Lucien, el abogado comıá por primera vez en<br />

casa de la señ ora de Sénonches, que tenıá que<br />

recibir oicialmente la petició n de mano de su<br />

pupila. Fue una de estas comidas de familia cuya<br />

solemnidad se traiciona má s por los tocados que<br />

por el nú mero de los invitados. A pesar de estar en<br />

familia, se sabe que se está en representació n y las<br />

intenciones se descubren en todas las caras.<br />

Françoise estaba presentada como en un<br />

escaparate. La señ ora de Sénonches habıá<br />

enarbolado los pabellones de sus má s cuidadosos<br />

tocados. El señ or de Hautoy vestıá de negro. El<br />

señ or de Sénonches, a quien su mujer habıá escrito<br />

la llegada de la señ ora du Châ telet, que por primera<br />

vez se tenıá que presentar en su casa, y la<br />

presentació n oicial de un pretendiente para<br />

Frangoise, habıá regresado de casa del señ or de<br />

Pimentel. Cointet, vestido con su mejor traje marró n<br />

de corte eclesiá stico, ofreció a las miradas un<br />

diamante de seis mil francos en su chorrera, la<br />

venganza del rico comerciante sobre la aristocracia<br />

empobrecida. Petit-Claud, depilado, peinado,

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