Ilusiones perdidas

las dos mejillas, diciéndole:
—Me voy a mi tienda.
Todos se fueron a sus respectivas tiendas. Para
estos hombres fuertes el perió dico nó era má s que
una tienda. Todos debıán verse de nuevo aquella
noche en las Galerıás dejadera, adonde Lucien irıá a
irmar su acuerdó con Dauriat. Florine y Lousteau,
Lucien y Coralie, Blondet y Finot cenaban en el
Palacio Real, en donde Du Bruel trataba con el
director del Panorama Dramático.
—¡Tienen razó n! —exclamó Lucien, cuando se
encontró a solas con Coralie—. Los hombres deben
ser medios en las manos de las personas fuertes.
¡Cuatrocientos francos por tres artıćulos! Apenas si
me los daba Doguereau por un libro que me ha
costado casi dos años de trabajo.
—¡Especialı́zate en la crı́tica —le dijo Coralie—,
diviértete! ¿Acaso no me visto hoy de andaluza,
mañ ana tal vez de zıńgara y cualquier otro dıá de
hombre? Haz como yo, dales muecas a cambio de su
dinero y vivamos felices.