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Ilusiones perdidas

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Por otro lado, hay impedimentos casi dirimentes.<br />

Ası́ pues, la ley que consagra la inviolabilidad de<br />

domicilio reina sin excepció n en provincias; el<br />

alguacil no tiene derecho, como en Parı́s, de<br />

penetrar en una casa ajena para allı́ apresar al<br />

deudor. El legislador ha creı́do un deber exceptuar<br />

a Parı́s, a causa de la reunió n constante de diversas<br />

familias en la misma casa. Pero en provincias, para<br />

violar el domicilio del propio deudor, el alguacil<br />

tiene que requerir la asistencia del juez de paz. Y el<br />

juez de paz, que tiene bajo su jurisdicció n a los<br />

agentes ejecutivos es en realidad el dueñ o de<br />

conceder o negar su colaboració n. En loor de los<br />

jueces de paz se ha de decir que v esta obligació n se<br />

les hace pesada y no quieren servir a ciegas<br />

pasiones o venganzas. Hay ademá s otras<br />

diicultades menos graves y que tienden a modiicar<br />

la crueldad, por completo inú til, de la ley sobre el<br />

encartamiento mediante la acció n de las<br />

costumbres, que cambia a menudo las leyes hasta el<br />

punto de anularlas. En las grandes ciudades existe<br />

un nú mero bastante elevado de miserables, gente<br />

depravada, sin fe ni ley, para que hagan el oicio de<br />

espıás; pero en las pequeñ as ciudades todo el

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