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Ilusiones perdidas

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Aunque falso, el artıćulo herıá vivamente al rey, al<br />

ministro de Justicia y a su mujer. Des Lupeaulx, a<br />

quien Finot guardó siempre el secreto, habıá<br />

inventado, se decıá, la anécdota. Este agudo y<br />

mordiente artıćulo hizo las delicias de los liberales y<br />

del partido de Monsieur. Lucien se divirtió , sin ver<br />

en él má s que una agradable bola. Al dıá siguiente<br />

fue a reunirse con Des Lupeaulx y el baró n du<br />

Châ telet. El baró n iba a dar las gracias a Su<br />

Exclenecia. El señ or Châ telet, nombrado Consejero<br />

de Estado en servicio extraordinario, habıá sido<br />

nombrado conde con la promesa de la prefectura<br />

del Charente en cuanto el actual prefecto hubiese<br />

concluido el plazo necesario para retirarse con la<br />

má xima pensió n. El conde du Châ telet, ya que el du<br />

quedó especiicado en la orden, hizo subir a Lucien<br />

en su carruaje y le trató como a un igual. De no ser<br />

por los artıćulos de Lucien, tal vez no hubiese<br />

ascendido tan rá pidamente: la persecució n de los<br />

liberales habıá sido una especie de pedestal para él.<br />

Des Lupeaulx estaba en el Ministerio, en el<br />

despacho del secretario general. Al ver a Lucien,<br />

este funcionario dio un salto de extrañ eza y miró a<br />

Des Lupeaulx.

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