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Ilusiones perdidas

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fabricar joyas en una pequeñ a ciudad de provincias<br />

como Angulema, hace de él su favorito, como usted<br />

lo será mıó. Una vez en Estocolmo, instala a su<br />

secretario y lo abruma de trabajo. El joven<br />

secretario se pasa las noches escribiendo y, como<br />

todos los grandes trabajadores, contrae una<br />

costumbre, se pone a comer papel. El difunto señ or<br />

de Malesherbes solıá hacer desaires, y uno de ellos<br />

lo hizo a no sé qué personaje cuyo proceso<br />

dependıá de su informe. Nuestro joven y guapo<br />

amigo comienza por papel blanco, pero se<br />

acostumbra a él y pasa a los papeles escritos, que<br />

encuentra má s sabrosos. Entonces no se fumaba<br />

como hoy. Finalmente el pequeñ o secretario llega,<br />

de sabor en sabor, a masticar pergaminos y a<br />

comérselos. Por aquel entonces Rusia y Suecia se<br />

ocupaban de un tratado de paz que los Estados<br />

imponıán a Carlos XII, como en 1814 se querıá<br />

forzar a Napoleó n a tratar la paz. La base de las<br />

negociaciones era el tratado hecho entre las dos<br />

potencias a propó sito de Finlandia; Goértz conió el<br />

original a su secretario; pero cuando llega el<br />

momento de someter el proyecto a los Estados, se<br />

encuentran con la pequeñ a diicultad de que el

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