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Apocalipsis: - Knights of Columbus, Supreme Council

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promesa se repite con diferentes palabras al final de cada una de las cartas. En<br />

el v. 11 se dice que el vencedor no sufrirá daño de la muerte segunda. Por la<br />

literatura judía de esa época, sabemos que significa “condenación”. La muerte<br />

del cuerpo, es decir, la muerte física, era “la primera muerte,” por la que todos<br />

tenían que pasar; la muerte del alma, la condenación por la cual estaría muerto<br />

para todo aquello para lo que había sido creado, era la “segunda muerte”, que<br />

podía evitarse. Cristo usó esta misma figura en Mateo 10, 28. En 2, 17 al<br />

cristiano vencedor se le promete el maná escondido y una piedra blanca en la que<br />

está grabado un nombre nuevo que nadie conoce, sino el que lo recibe. Los judíos<br />

comúnmente hablaban del maná del Antiguo Testamento como el alimento<br />

que sería consumido por los elegidos del Mesías cuando Él viniera; por lo<br />

tanto, hasta ese momento estaba “escondido”, reservado. En el Evangelio de<br />

Juan, capítulo 6, el maná es visto como un símbolo de la Eucaristía y de vida<br />

eterna. El “nombre nuevo” conocido sólo por el que lo recibe es un tema que<br />

se repite en 3, 12 y 19, 12 así como en Juan 10, 3 sig., y es una alusión a Isaías<br />

62, 2 que habla de la gloria del Israel restaurado: “y te llamarán con un nombre<br />

nuevo que la boca de Yahveh declarará”. De modo que esto también se refiere<br />

a la vida eterna. Existen varias interpretaciones de la “piedra blanca”. Algunos<br />

de los cultos paganos opuestos al cristianismo usaban piedras como distintivos;<br />

blanco en el <strong>Apocalipsis</strong> es siempre un signo de victoria y está particularmente<br />

asociado con la vida celestial; y éste era un símbolo bastante común de ese<br />

tiempo, ya que los romanos marcaban la victoria con una toga blanca y, de<br />

hecho, hablaban de un día de triunfo como “el que debe marcarse con una<br />

piedra blanca”.<br />

De nuevo 2, 26-28 promete al cristiano vencedor una recompensa en el<br />

lenguaje de Salmos 2, un salmo del triunfo del Mesías. Este es el mismo triunfo<br />

que también Cristo recibió de su Padre (v. 28), conforme a la promesa repetida<br />

en todo el Evangelio de Juan. Está también asociada con la estrella de la<br />

mañana, una alusión a Isaías 14, 12 y otros pasajes que usan esta expresión para<br />

nombrar aquello que es exaltado y magnífico, y posiblemente también con<br />

Cristo como luz del mundo, tan común en el Evangelio de Juan. En 3, 5 la<br />

promesa es de vestiduras blancas, vida celestial, el libro de la vida, una antigua<br />

idea judía para expresar la vida eterna, que se encuentra en Éxodo 32, 32 y usa<br />

San Pablo; y Cristo confesará su nombre ante el Padre y sus ángeles, según lo<br />

prometido por el Señor en Mateo 10, 32. En 3, 12 el cristiano vencedor será<br />

un pilar (una expresión paulina, como en Gálatas 2, 9) en el templo de Dios, la<br />

Jerusalén celestial que es el tema de la parte final del <strong>Apocalipsis</strong>, y<br />

nuevamente se menciona el nombre nuevo revelado por Cristo a sus seguidores y<br />

que no les será quitado, como en Juan 17, 26. “Nombre” en el pensamiento<br />

semítico significa virtualmente la personalidad misma. “Morando en nombre<br />

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