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Apocalipsis: - Knights of Columbus, Supreme Council

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langostas (9, 1-12) y los jinetes (9, 13-21) por lo tanto representan una situación<br />

cada vez peor que es parte de la venida de los últimos tiempos.<br />

Las invasiones romanas<br />

En estas dos visiones Juan también presenta algunos de los temas que<br />

tratará más extensamente en la segunda parte del <strong>Apocalipsis</strong>. El responsable de<br />

la plaga de las langostas es Satanás, la estrella caída del cielo (9, 1). Él no tiene<br />

poder sobre los escogidos de Dios (v. 4) , de hecho, sólo lo tiene sobre aquella<br />

parte de la humanidad que ha rechazado a Dios. La descripción de los jinetes dice<br />

que los contenían los ángeles de Dios, quienes luego los soltaron junto al río<br />

Éufrates en números enormes (9, 16). Juan describe una invasión así en los<br />

términos que entendían sus contemporáneos. La principal amenaza a la ley y el<br />

orden representados por el imperio romano en la época de Juan era el imperio<br />

parto, al este del Éufrates. Estas invasiones de nuevo destruyen “la tercera parte”<br />

de la humanidad y ahora nos dice por qué Dios permitía esas cosas, para que por<br />

medio de ellas Él pudiera llevar al arrepentimiento a un mundo malvado (vv. 20-<br />

21); pero todo es en vano.<br />

Los ángeles de Dios<br />

La primera de las visiones intermedias antes de la séptima trompeta está<br />

dominada por un ángel descrito en los términos de las visiones del Hijo de<br />

Hombre y del Uno sentado en el trono (1, 12 sig. y 4, 1 sig.). Él, por lo tanto,<br />

representa a Cristo y a Dios. Él también tiene un libro, pequeño, y tiene un pie<br />

sobre el mar y el otro sobre la tierra (10, 1-2). Esta imagen se basa en gran<br />

medida en la de de Daniel 12, 7, aunque Juan la ha modificado. El ángel, por lo<br />

que representa, domina tanto el cielo como la tierra, o sea, todo el mundo. Grita<br />

con una voz de siete truenos, palabras que Juan tiene prohibido escribir (10, 3-<br />

4); por lo tanto, a Juan no se le permitió darnos parte de su revelación. Sin<br />

embargo, habiendo jurado solemnemente revelar y consumar sin dilación el<br />

último fin (vv. 5-7), el ángel entrega a Juan el librito que tenía, y Juan se lo come<br />

(vv. 8-11). Esta última escena está tomada de Ezequiel 2, 8 - 3, 3. El librito se<br />

describe como pequeño en relación con el gran libro de los siete sellos, porque<br />

ésta es la porción de Juan, es decir, la revelación que recibió para darla a conocer.<br />

En su boca es dulce, pero en su estómago amargo. También lo dice así Ezequiel.<br />

Es agradable recibir la palabra de Dios, pero con frecuencia es desagradable<br />

cumplirla.<br />

Esta escena cambia abruptamente. A Juan se le pide que mida el Templo<br />

de Dios (11, 1). Decimos templo “de Dios” puesto que no existía otro en el<br />

tiempo en que Juan escribía, y la perspectiva del <strong>Apocalipsis</strong> se desplaza sin cesar<br />

entre el cielo y la tierra. Sin embargo, posiblemente se refiere al templo de<br />

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