aproximación crítica a una fuente portuguesa - Centro Virtual ...
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RUI DE PINA Y MATEO ALEMÁN 103<br />
piedad. Ante su firmeza, para ponerlos a prueba <strong>una</strong> última<br />
y decisiva vez, los enfrenta a solas con "cinco Moras hermosísimas",<br />
prometiéndoles, además de riquezas y privanza, regalárselas<br />
por su conversión a su "seta" (Ibíd.). Quédanse<br />
los frailecitos tan enteros como primero. Por su pertinacia<br />
y desacato el mismo rey, "ciego de cólera" les rompe la cabeza<br />
con su "alfanje", cortándoselas luego "por asegurarse<br />
de que no viviesen" (fol. 57v.), "en diez y seis de enero<br />
de mil y docientos y veinte años, en el cuarto del pontificado<br />
del Papa Honorio tercero " (§ 10, fol. 57v.).<br />
3 - Acont&ciml&ntoó dupuéi dz ¿a matanza (§ 11-13, {¡oti. 57v.-59v.)<br />
Tras la matanza se inicia el tercer movimiento del<br />
texto (§ 11-13, fols. 57v.-59v.).<br />
Arrojados los cuerpos a la calle por las cinco mujeres<br />
que habían presenciado el degüello, los moros los "[llevan]<br />
por la ciudad arrastrando" (§ 11, fol. 58r. ) hasta abandonarlos<br />
en descampado. A los cristianos los apedrean obligándoles<br />
a encerrarse en casa por tres días e, incluso, no<br />
vacilan en matar a "Don Pedro Fernández de Castro (aquel caballero<br />
que los había traído de Sevilla) y a Martín Alfonso<br />
Tello, su sobrino", quienes, de noche, habían querido "recoger<br />
y guardar (secretamente) estos benditos cuerpos"(Ibíd. ).<br />
Miramamolín, queriéndoles impedir a los Cristianos<br />
que se aprovechen de estas "reliquias", manda armar <strong>una</strong> hoguera<br />
para quemarlas (§ 12, fol. 58r.); pero fracasa en su<br />
intento. En efecto, cuanto más echan los cuerpos en el fuego,<br />
más se aparta éste de aquéllos, dándose el caso portentoso<br />
de que "como <strong>una</strong> de las cabezas diese un salto afuera de la<br />
pira, y la quisiesen volver a echar dentro, no les aprovechó,<br />
porque volvía luego a saltar, cuantas veces lo porfiaron"<br />
(§ 12, fol. 58v.). Dándose por vencidos y haciendo de necesidad<br />
virtud, los "paganos" les venden a los Cristianos "[las]<br />
santas reliquias", las cuales recibe "devotísimamente" el Infante<br />
Don Pedro. (Ibíd.). Con toda veneración, éste les hace<br />
"cocer en agua" y, <strong>una</strong> vez consumidas las carnes y "limpios<br />
los huesos", los "[pone] en <strong>una</strong> caja [entregándolos] (para<br />
que los guardase) a Juan Roberto, canónigo Reglar de Santa<br />
Cruz de Coimbra, que allí se hallo' entonces" (Ibíd.).<br />
Verifícase entonces el primer milagro de los santos<br />
mártires (§ 13, fol. 59r.-v.) : nadie que viviese en pecado<br />
mortal podía visitar ni tocar las reliquias "que estaban en