Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
a sentarse en la poceta. Levantó a Rangel por los<br />
hombros y le tapó nariz y boca con la mano como<br />
una garra mientras le decía lentamente:<br />
—Unas palabras me debe, coronel, sobre la joven<br />
Ana Carvallo.<br />
El coronel movía los ojos aterrado. Negaba, intentaba<br />
desasirse de la zarpa que lo atenazaba con<br />
fuerza.<br />
Sí, coronel, Ana, Ana, Ana —repitiendo su nombre<br />
como si de repente descubriera lo mucho que le<br />
gustaba ese sonido, suave como música antigua.<br />
Al fin habló Rangel, Smith escuchaba atentamente.<br />
Cuando salió <strong>del</strong> Flames la madrugada se<br />
había derramado sobre la ciudad. El pavimento<br />
mojado, un choque en la avenida Libertador. Nadie<br />
se ocupaba de recoger a los heridos. Con cansancio<br />
repentino en la mirada, Smith se alejó por las calles<br />
que parecían haber sido abandonadas por todos.<br />
Un carro pasó lentamente: sonaba Gilberto Santa<br />
Rosa. Smith no podía explicarse por qué el ruido de<br />
sus pasos le provocaba tantas ganas de llorar.<br />
V<br />
A las cinco de la mañana Smith llamó a Péndulo;<br />
pocos cabos le faltaban por atar:<br />
119