Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
tras escuchaba los jadeos de su jefe catando la sopa<br />
caliente de las cuquitas abiertas de las compañeras.<br />
Logró montarse en un autobús con nombre extraño<br />
al frente, soportó con estoicismo el olor a sudor<br />
y a fritanga que entraba por las ventanas y buscó<br />
un asiento sin niños ni reclutas cerca. El chofer<br />
tenía pinta de fascista, o a lo mejor era que para<br />
el Pecas todo panzón con bigotes chorreados era<br />
fascista hasta que se demostrara lo contrario. Dos<br />
horas después de lo que le dijo el colector, el aparato<br />
arrancó, tosiendo. Pecas sentía una emoción<br />
como hacia tiempo que no, un picor que le subía<br />
por el pecho, como el día que cumplió once años y<br />
le regalaron su primer reloj, un Soligar de cuerdas,<br />
con un tictac ruidoso como si llevara una bomba<br />
dentro, ochenta bolos en la tienda de los chinos de<br />
la avenida veinte. Veinticuatro años y tanta decepción,<br />
militante en el movimiento juvenil de la organización<br />
desde los catorce, los estudios de medicina<br />
abandonados en el primer semestre porque lo habían<br />
mandado de refuerzo al sur, dónde habría de<br />
nacer la revolución obrera y campesina. Ni un solo<br />
obrero o campesino había sabido <strong>del</strong> hambre <strong>del</strong><br />
Pecas en esos días, de la revisión minuciosa de los<br />
cubos de basura de los restaurantes para aplacar el<br />
estómago estragado, <strong>del</strong> peso de las tardes en que se<br />
paraba en los portales de las fábricas para arengar a<br />
94