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a la enfermera se le movían las tetas asfixiadas por<br />
el uniforme, le retiró la aguja que el viejo tenía en<br />
el antebrazo, dio unos golpecitos a la cama y dijo:<br />
—¿Te traigo el certificado de defunción?<br />
—¿A esta hora? —dijo el médico.<br />
—¿Y para cuándo lo vas a dejar, papito?<br />
—Cuando amanezca, coño, son las tres de la mañana,<br />
y ahora son cuatro copias que se llenan, no<br />
me jodas, Etelvina.<br />
—¿Y vas a dejar el cuerpo allí hasta que amanezca?<br />
—preguntó la enfermera.<br />
—Ni de vaina —dijo el de la 114-F.<br />
—Jhonny, te callas ¿sí?, que nadie te dio velas en<br />
este entierro —dijo la enfermera.<br />
—No van a dejar a ese muerto allí hasta mañana<br />
¿Ustedes se volvieron locos? —volvió a decir el de<br />
la 114-F, que se miraba desesperado el tubo que le<br />
salía <strong>del</strong> pecho y terminaba en un frasco grande de<br />
mayonesa donde burbujeaba un líquido jabonoso.<br />
—Bueno, dejen el peo —dijo el médico— búscame<br />
los papeles, Etelvina.<br />
Caminó hacia el estar de enfermeras, luego volteó<br />
hacia la sala y dijo:<br />
—Y a dormir todo el mundo.<br />
—Pero apaguen la luz —dije yo. Etelvina me<br />
miró de reojo, teníamos una culebra de varios días,<br />
ya ni me acordaba pero la acusé con el Adjunto y<br />
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