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mos hasta que nos salga un taco de leche —lo dibujó<br />
en el aire, grande y perfecto por sus lados iguales.<br />
—¿Y si no quiere?<br />
—¿Tú eres güevón? Dile que cague aquí frente a<br />
nosotros.<br />
—¿Y para qué?<br />
—¿Y para queeé? Para que se nos pare, ¿para<br />
queeé más?<br />
—Costa, haz pupú.<br />
Costa que toma con los dedos gordos el short y<br />
las pantaletas a una y los baja en un movimiento de<br />
bailarina, las nalgas lechosas de Costa alumbrando<br />
como un nuevo sol que derrotaba la luz sucia de la<br />
ventana, los ojos inmensos que miraban el cuerpo<br />
de su hermana, el gesto de sabia: los codos en los<br />
muslos y las manos haciendo reposar a la barbilla;<br />
algo oscuro y suave se adivinaba al final <strong>del</strong> camino<br />
que empezaba en sus rodillas, y se iba achicando: el<br />
ojo, húmedo, de una cerradura.<br />
—No tengo ganas —dijo Costa.<br />
—¿Y ahora?<br />
Ahora Máximo, sin pantalón, que se lanza sobre<br />
Costa y la ahoga con las manos, Máximo decidido<br />
que la arrastra hacia el piso y le abre las piernas con<br />
las suyas, la paleta de helado que se pierde entre las<br />
piernas de Costa y penetra, sangre en la madera,<br />
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