Libro Ídolos Maulinos

Aunque no era malo, dejó de lado su gusto por la pelota y el gol, por la
raqueta y la red. ¿Qué lo hizo cambiar de opinión? La admiración que
sentía por su hermano Luis. Lo veía jugar, entrenar, viajar a competir y
ese mundo le empezó a llamar la atención. Cuando tenía 10 años, se
comenzó a inclinar definitivamente por el tenis.
“Empecé a jugar más tenis, jugaba con los socios del Club de Talca, le
empecé a ganar a unos que eran bastante buenos y, a los 10 años gané mi
primero torneo. Ahí me empezó a gustar más el tenis”, explica Guillermo.
Vivió en Talca hasta los once años y después se fue a Santiago. Carlos
Herrera, directivo de la Federación de Tenis en ese tiempo, convenció
a sus papás para llevárselo a entrenar al Centro de Alto Rendimiento. El
mismo centro que años atrás había recibido a Luis, su hermano. “A los
once años partí a Santiago pensando en dedicarme a esto, obviamente
iba a probar”.
El primer año y medio en Santiago fue difícil. Le costó acostumbrarse
a vivir lejos de su familia y de su casa, pero una vez superado eso, la
convicción que el tenis iba a ser su vida se afirmó con más fuerza. “El
mayor sacrificio es estar lejos de la familia, es lo más difícil, a esa edad
era algo muy duro. Pero uno toma las decisiones, porque obviamente, te
gusta”, explica “El Fito”. Si bien la decisión nació de él, era fundamental
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