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Libro Ídolos Maulinos

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“Para ser buen deportista hay que ser fanático<br />

y dedicarse sin tiempos, ni límites”.<br />

a un diamante, que algún día no lejano brillaría con todo su esplendor.<br />

Recuerdo las Olimpiadas del Barrio Oriente, de Talca, que siempre tenían<br />

la participación activa y entusiasta de Manuel Herrera, que día a día<br />

exhibía notables condiciones que lo distinguían no sólo en básquetbol,<br />

sino también en atletismo y fútbol, deportes que practicaba en tono<br />

menor, pero donde también exhibía sus habilidades por medio de<br />

fintas, amagues o las acertadas habilitaciones para que sus compañeros<br />

definieran en la red contraria.<br />

Ya con la vocación de deportista asumida, a sus inolvidables 17 años,<br />

Manuel Herrera, comienza a dar sus primeros pasos, los que en un futuro<br />

no muy lejano lo llevarían a profesionalizar su carrera.<br />

Su debut en la primera serie del baloncesto fue en Puerto Varas, en<br />

1971, cuando Herrera, siendo juvenil, integró el equipo adulto de Talca.<br />

Las convocatorias a selecciones regionales y el apetito incesante de<br />

clubes de la capital por contar con sus servicios comenzaban a cimentar<br />

una trayectoria que lo elevaría a los estrados más preciados del éxito,<br />

sin olvidar sus raíces familiares, su apego al Barrio Oriente que lo vio<br />

crecer y desarrollarse, su paso por las aulas del colegio Manuel Larraín y<br />

su enseñanza media en la Universidad Católica, cuando aún era Escuela<br />

Normal y que posteriormente al transformarse, en casa de estudios<br />

superiores, le permitió abrazar su vocación docente.<br />

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