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COLABORACIONES · Persiguiendo a las abejas por fundo ajeno<br />

Volviendo a nuestro protagonista, y como no siempre<br />

ocurre lo que uno quiere, resultó que sí había Lexnet, y<br />

vaya si lo había, por lo que, previa búsqueda e introducción<br />

de la tarjeta criptográfica, se ubicó en la pantalla<br />

para acceso a éste, que ya no era del portal de la Abogacía,<br />

como lo había sido, porque se intentaba que nadie<br />

se acostumbrara a nada ni se relajara, a fin de que se tuvieran<br />

siempre nuevos retos pendientes, y ahora había<br />

que acceder desde el portal Justicia, para lo que además<br />

habían incorporado otro reto, otra prueba, y el correo<br />

corporativo también había sido variado.<br />

Al haber Lexnet, lo primero era atinar con el navegador<br />

a emplear, dado que con unos no se podía acceder,<br />

con otros podía ser que sí o que no, y sólo algunos navegadores<br />

se mostraban dispuestos a trabajar con tamaña<br />

brujería. Caprichosilla que había salido además la herramienta.<br />

Escogido navegador, le damos al Lexnet y a ver qué<br />

pasa. Qué iba a pasar, pues que el ordenador vuelve a<br />

pedir otra clave más. Nada, la pongo,<br />

pero por favor, que no salga la taza con<br />

humo (Java), la taza con humo no, por<br />

favor.<br />

El ruego había llegado tarde, ya estaba<br />

allí la taza humeante y el mensaje<br />

maldito que venía a decir: “Esto no puede<br />

funcionar hasta que no tenga instalada<br />

la versión adecuada y actualizada. Si la<br />

quiere pinche aquí”.<br />

Qué remedio, a pinchar. Pinchada<br />

como estaba la petición de descarga, y<br />

mientras que ello ocurría, otra idea se le vino a la cabeza:<br />

¿Cuántas claves habría utilizado desde que empezara<br />

el día? Por lo menos, teniendo presente que no había<br />

utilizado la banca electrónica, y contando con la del<br />

teléfono, al menos cuatro, con la particularidad de que<br />

cada una de ellas exigía sus propios requisitos. La una<br />

debía tener entre ocho y doce caracteres y no admitía ni<br />

dígitos ni símbolos, sólo letras; la otra entre ocho y diez<br />

caracteres, pero obligatoriamente debía contener letras,<br />

dígitos y símbolos; y las restantes combinando y agotando<br />

todas las posibilidades, con dígitos, sin dígitos, con<br />

letras, sin letras, etc. Además, para hacerlo más interesante,<br />

cada cierto tiempo (L.O.P.D. y recomendaciones<br />

de otro tipo) debían cambiarse.<br />

¿Cómo se podía memorizar todo aquello? Una solución<br />

sería apuntar todas las claves, pero entonces dejarían<br />

de ser claves secretas. Otra podría ser apuntarlas<br />

en un papel y luego introducirlo en una caja fuerte, pero<br />

entonces no se podrían utilizar con facilidad, y además<br />

surgiría un nuevo problema, la caja fuerte también tenía<br />

clave, y además al ser de las electrónicas, una clave<br />

del mismo tipo. ¿Entonces, cómo haría para abrir la caja<br />

fuerte, si la clave de apertura estaría dentro de ella?<br />

Cavilando al respecto, le asaltó otra pregunta: A la<br />

vista de los múltiples adelantos técnicos ¿No sería mejor<br />

que nos instalaran un microchip en el cerebro para permitir<br />

accesos personalizados? O si eso era muy costoso y<br />

no había dinero para afrontarlo, aprovechando que los<br />

tatuajes estaban de moda ¿Por qué no tatuar en la frente<br />

...Escogido<br />

navegador, le<br />

damos al Lexnet y<br />

a ver qué pasa. Qué<br />

iba a pasar, pues que<br />

el ordenador vuelve<br />

a pedir otra<br />

clave más<br />

de cada ciudadano un código de barras? Esta solución<br />

era más llevadera y la verdad es que tendría muchas<br />

ventajas para todo, y no sólo para Lexnet. Por ejemplo<br />

tras hacer la compra en el supermercado bastaría pasar<br />

la frente por el lector óptico de caja y ¡Vualá! la cuenta<br />

hecha; también y en la misma forma para las declaraciones<br />

de Hacienda. Incluso y ahora que existe grave<br />

crisis de vocaciones (cristianas) se podrían instalar con<br />

ese invento confesionarios automáticos, y que éstos, tras<br />

la pasada de frente de rigor por el lector, expidieran un<br />

tiquet con la penitencia, que bien podría consistir en lugar<br />

de en rezar dos o tres oraciones, en leer uno o dos<br />

mensajes de Lexnet para los pecados veniales, y si el pecado<br />

era mortal, aumentar la penitencia y disponer que<br />

se enviara una demanda, además con documentos, también<br />

por Lexnet, y si el pecado era “muy” mortal, que los<br />

documentos dieran exceso de cabida.<br />

Bien mirado, lo de la penitencia no presentaba graves<br />

problemas, pues de nunca se había sujetado al principio<br />

de legalidad, y aún menos había cabido<br />

recurso contra la misma.<br />

Habría que ahondar más en ese tema,<br />

incluso patentarlo, eso sí, en cuanto Lexnet<br />

diera un respiro.<br />

Pero tuvo que aparcar sus pensamientos<br />

porque la taza decía que debía<br />

ahora comprobarse si la versión instalada<br />

era la correcta, así que comprobación<br />

al canto. Y seguía la taza hablando:<br />

“para que esto funcione bien debe desinstalar<br />

las versiones anteriores ¿quiere<br />

desinstalarlas?” ¡Pues claro! ¡Si no, qué hemos estado<br />

haciendo!<br />

Durante el tiempo empleado con la taza, su contenido<br />

se debía haber enfriado, pero ¡Quiá! seguía echando<br />

humo.<br />

Parece que todo está en orden, así que a empezar otra<br />

vez: Lexnet, cómo no contraseña, y: tiene dos mensajes.<br />

“¿Quiere saber lo que ponen? Pues acepte y firme”. Otra<br />

vez contraseña, y nuevas preguntas ¿Ejecutar? Sí. ¿Permitir?<br />

Evidentemente, se descargue lo que se descargue.<br />

Una línea verde avanza y llega a destino. “El contenido<br />

de los mensajes está en mensajes aceptados”. Click y<br />

¡Hecho! En un plis plas de nada, conocido el contenido<br />

de los mensajes.<br />

Ya puestos, pues aprovecharemos en enviar los escritos<br />

que se dejaron preparados ayer.<br />

A ver, éste va con Procurador, pues primero se pedefea,<br />

y ahora a firmar. Nuevo programa, nueva firma, y<br />

por supuesto nueva petición de clave, y ahora a enviar al<br />

Procurador, email, adjuntar archivo, y ya está.<br />

Sin embargo tampoco terminaba de ver muy claro<br />

eso de que un profesional enviara un escrito a otro profesional,<br />

para que éste a su vez lo enviara a un tercer<br />

destinatario. ¿Y qué se puede decir cuando se trata de<br />

recibir escritos? ¡¿El Procurador lo recibe de un tercero,<br />

para una vez recibido enviarlo al Abogado?!<br />

No quería decir que él llevara razón, no, que generalmente<br />

cuando muchos piensan de una manera y uno<br />

sólo de otra, suele ser éste el equivocado. Pero cabría<br />

80 Sala de Togas · Ilustre Colegio Provincial de Abogados de Almería Julio 2017

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