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Allá abajo (Crónicas Femeninas)

“Allá abajo (crónicas de adoctrinamiento femenino)” es una novela propuesta como una conversación entre amigas donde sus protagonistas irán exponiendo sus fantasmas, placeres y desplaceres que condicionan su vida íntima. A través de los capítulos se verán enfrentadas a situaciones que le harán replantearse su posición frente a su sexualidad y al conocimiento de su órgano genital. Todo parte de un hecho casi casual: Mónica, la protagonista, ante una propuesta de su pareja, se pregunta si debe depilarse por completo aquello que su madre llamaba sus “partes íntimas”. Es el puntapié inicial de esta deliciosa novela donde se exponen las charlas de un grupo de mujeres que, como muchas de su generación, recibieron como herencia mandatos sociales entre los que se incluye la ignorancia respecto a su anatomía genital, y la idea que tenían de estar conformes cumpliendo su rol, en un segundo plano. Cada una de las mujeres de esta historia transitará un camino hacia el autoconocimiento sexual y la libertad en el terreno del placer erótico, alejándose de prejuicios, y posicionándose en el centro de la escena. Conflictos, “rollos” e inhibiciones, creados en un marco educativo y social dominado por tabúes, y aquellas libertades que ha conquistado el antes llamado “sexo débil”; se desarrollan y exponen a través del relato de las protagonistas. De manera clara y contundente, por medio de experiencias propias y ajenas, intentarán modificar su presente desnudando su pasado.

“Allá abajo (crónicas de adoctrinamiento femenino)” es una novela propuesta como una conversación entre amigas donde sus protagonistas irán exponiendo sus fantasmas, placeres y desplaceres que condicionan su vida íntima. A través de los capítulos se verán enfrentadas a situaciones que le harán replantearse su posición frente a su sexualidad y al conocimiento de su órgano genital. Todo parte de un hecho casi casual: Mónica, la protagonista, ante una propuesta de su pareja, se pregunta si debe depilarse por completo aquello que su madre llamaba sus “partes íntimas”. Es el puntapié inicial de esta deliciosa novela donde se exponen las charlas de un grupo de mujeres que, como muchas de su generación, recibieron como herencia mandatos sociales entre los que se incluye la ignorancia respecto a su anatomía genital, y la idea que tenían de estar conformes cumpliendo su rol, en un segundo plano. Cada una de las mujeres de esta historia transitará un camino hacia el autoconocimiento sexual y la libertad en el terreno del placer erótico, alejándose de prejuicios, y posicionándose en el centro de la escena. Conflictos, “rollos” e inhibiciones, creados en un marco educativo y social dominado por tabúes, y aquellas libertades que ha conquistado el antes llamado “sexo débil”; se desarrollan y exponen a través del relato de las protagonistas. De manera clara y contundente, por medio de experiencias propias y ajenas, intentarán modificar su presente desnudando su pasado.

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“¿Qué mierda hago…?”. Maquinita de afeitar, pensé inmediatamente.<br />

A gran problema, solución extrema, el neceser de mi padre sería el vehículo.<br />

El estuche era de cuero y con compartimentos (heredado de mi abuelo, el<br />

anarquista). Dentro de este guardaba espuma para afeitar, brocha, loción para<br />

después del rasurado, una cajita de diez hojitas y la maquinita de dos piezas<br />

desmontables. Las hojitas marca Gillette, el resto todo Old Spice. Ésta no era<br />

la maquinita que se vende actualmente, no, la cosa era así: un mango de base<br />

giratoria que al girarla se abría la parte superior compuesta de dos planchuelas<br />

entre las que se colocaba la hojita de afeitar. Una vez que estaba adentro se<br />

invertía la rotación y listo, todo ensamblado.<br />

Me senté en el inodoro sin quitarme los calzones para que éstos marcaran<br />

el límite; abrí las piernas, coloqué espuma en la zona en cuestión y comencé<br />

a deslizar la maquinita que arrastraba una gran cantidad de espuma mezclada<br />

con pelos. Previo enjuague volví a pasar la maquinita exactamente al lado de la<br />

pasada anterior. Otro enjuague, otra pasada y lista una pierna. Estaba dedicada a<br />

“full” a mi segunda pierna cuando, sin previo aviso, me sobrevino un picor en la<br />

nariz seguido de un incontenible estornudo; olvidé retirar la mano que sostenía<br />

la maquinita sobre mi muslo y ¡zas! vino el corte. Mi padre (en tono de broma)<br />

me repetía siempre que yo no podía hacer dos cosas a la vez: Mascar chicle y<br />

parar el colectivo se te complica. El asunto es que no sabía cómo mierda parar<br />

la sangre que salía, hasta que recordé a papá con un trocito de papel higiénico<br />

pegado a su cara para parar las micro hemorragias post afeitada. Apelé al mismo<br />

recurso. El resultado fue casi desastroso. “Y mañana ¿qué carajo hago?”, pensé<br />

en ese momento.<br />

Zapatillas Converse amarillas (las del comercial de Magic Johnson), jean<br />

Little Stone y las tetas apretadas en una bikini que ya era hora de cambiar por un<br />

talle más grande; así salí en la foto con mi primo apagando las velas de su torta<br />

de aniversario. Mi tía venía observándome sin decir palabra alguna. Luego de la<br />

foto, tomada por ella, me pidió que la acompañara a la proveeduría a comprar<br />

helado. En el camino me preguntó si me sentía mal o si me sucedía algo que<br />

quisiese compartir con ella.<br />

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